7. ¿Cómo pedir ayuda sin sentirse como una molestia?

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Bianca

Habían pasado dos meses desde la fiesta en la casa de Kiara y Bianca aún no podía olvidar las palabras del chico.

Estás más flaca. Eso le había dicho y todos la habían mirado. Había sentido sus miradas recorrerla como si fuera un vestido detrás de una vidriera, como si fuera un animal del zoológico.

¿Quién creía que era? ¿Quién le había dado el derecho a hacer observaciones con su cuerpo? Bianca se había puesto una falda aquella noche por primera vez en mucho tiempo gracias a Vanesa y se había sentido genial. Él lo había arruinado. Ese desconocido. No volvió a ponerse un vestido en mucho tiempo después de eso.

Tampoco la ayudaban los mensajes por parte de Tadeo que había comenzado a recibir desde ese entonces:

Olvida lo que viste o no te gustará lo que pasará.

Ni se te ocurra hablar de esto con nadie.

Al mínimo rumor te mataré, Rodríguez.

Y el problema no lo tenía solamente durante el día sino también durante la noche. Había estado teniendo insomnio durante varias noches seguidas y sus horas de sueño se habían vuelto cada vez más escasas.

Por las noches, Bianca intentaba no pensar: Imagina que ganaste la lotería. Imagina qué casa comprarías, qué muebles, qué celular, qué ropa. Imagina que te vuelves famosa y sales con esa celebridad que te encanta. Imagina que ambos pasan el tiempo juntos, cantan juntos, tienes una hermosa voz y a él la enamora. Imagina que Si...

No, eso no.

Imagina que vives en esa película que viste en el cine hace unos días, eres la mejor amiga del protagonista.

Si, eso si.

Bianca siempre tardaba muchísimo en dormirse y, con el tiempo, había descubierto que solo podía hacerlo si imaginaba situaciones diversas. A veces funcionaba con una sola de ellas y se dormía al instante. A veces su mente intentaba desviarse de esos escenarios falsos y caía en la trampa. Caía en esa fosa de horror y pánico a la cual no quería entrar, caía en esa parte de su mente que intentaba evitar a toda costa y que de día se volvía posible pero de noche se volvía insoportable.

Esa noche su mente la había llevado a un recuerdo particular. Tenía diez años y se había levantado antes que su familia. Por un segundo, la invadió la confusión: no estaba en su habitación ni en su cama. Se encontraba dentro de una carpa. Afuera, los pájaros cantaban suavemente y se podía oír el ruido de los cierres de las carpas abriéndose, las pisadas haciendo crujir las hojas caídas en el suelo. El sonido de unos vasos siendo colocados sobre las mesas de madera de afuera, las risas de dos chicas que estaban fallando en su intento de ser silenciosas. Le gustaba estar adentro de aquella carpa: pequeña, calentita dentro de su bolsa de dormir. Su hermano Gabriel dormía a unos metros y ella reconocía esa respiración a la perfección. Recordaba la forma en que su hermano le había cantado para que se durmiera, él podría haber sido un cantante. Tenía la voz más hermosa y dulce que había oído en su vida y la gente del Camping se detenía a escucharlo cuando sacaba su guitarra, algunas ancianas incluso lloraban y decían que había nacido con un don.

Un don que había quedado perdido entre las cenizas.

Bianca recordó cómo se sintió al verlo dormir a su lado. Su presencia la hizo sentirse completamente protegida en aquella carpa rodeada de desconocidos. Él se encontraba del lado de la entrada y ella en el sitio opuesto, completamente resguardada. Su hermano nunca dejaría que nadie pasara por esa puerta y le hiciera daño, estaba seguro de eso.

Los últimos días de juventudWhere stories live. Discover now