21. ¿Qué hacer cuando llega el final de mi juventud?

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Bianca

—Supongo que todo volverá a la normalidad.

Bianca y Simón se encontraban acostados en un colchón que el chico había tirado sobre el suelo de la cabaña. Ya era de noche y el clima era ideal para estar allí: ni mucho calor, ni mucho frío. El chico solo tenía puesta una bermuda deportiva de Adidas y Bianca tenía una camiseta sin mangas y unos shorts viejos que solía usar para dormir.

El chico aprovechó lo cerca que estaban para deslizar un dedo sobre el brazo de ella.

—¿A qué te refieres?

—Ustedes se irán y volveré a estar sola.

Simón le sonrió.

—Vanesa nos hablará por Skype todos los días y yo no me iré por mucho tiempo, además te dije que podías venir conmigo, ¿Recuerdas?

—Lo sé— suspiró y enterró su cabeza en el cuello del muchacho— pero hay algo que tengo que hacer primero.

—Aunque me preocupa que te olvides de mi si me voy— comentó Simón haciendo que Bianca alzara la cabeza, extrañada.— Así que debo hacer algo para asegurarme de retenerte.

Ella se acomodó de costado sobre uno de sus codos y alzó una ceja.

—¿Retenerme?

—¿Quieres ser mi novia?

La pregunta apareció sin previo aviso, una flecha siendo enviada directamente hacia su corazón. Bianca había estado tan preocupada últimamente, no había podido sacarse de la cabeza la idea de sus dos amigos abandonándola en el pueblo, dejándola tan sola como había estado a principios del año pasado. Pero éste era Simón asegurándole que no sería así, éste era él diciéndole que volvería, que no pensaba cortar el lazo que existía entre los dos.

—¿Qué dices?— volvió a preguntar y le sonrió con esos hoyuelos que solía detestar, porque no quería admitir que los adoraba, que eran una de las cosas que más le gustaban de él.

—Bien— aceptó Bianca finalmente— pero es tú pérdida, ahora no podrás escapar de mí.

—¡Qué angustiante!— comenzó a quejarse Simón, pero su frase se transformó en una risa cuando Bianca se lanzó sobre él y encontró sus labios, fundiéndolos en un beso. Ambos rodaron por el colchón hasta que Simón estuvo encima y ella aprovechó para observar su torso desnudo. Era perfecto. Todo en él era perfecto, desde el hueco entre sus paletas, hasta sus rulos que ahora estaban demasiado largos, sus ojos avellana, su sonrisa traviesa, no podía decidirse, quería todo.

—Ven aquí— lo llamó Bianca y el chico la besó de vuelta, era increíblemente bueno besando y no tardó en dejarla sin aliento. Ella aprovechó los besos para deslizar sus manos a través de la espalda y brazos de Simón, memorizando cada músculo, cada sector de su ser. Miles de veces lo había admirado en la distancia y ahora no solo podía tocarlo si no que era capaz de provocar una reacción en todo su cuerpo con el más mínimo roce.

—¿Puedo?— preguntó el chico, su voz ronca, cuando sus dedos alcanzaron el borde de la camiseta de Bianca. Ella asintió, su corazón desbocado por la anticipación.

No podía creer que estuvieran haciendo eso. No podía concebir la idea de Simón quitándole su ropa, de ella dejándolo hacerlo, de esta confianza que ella parecía haber perdido pero que al lado de él se sentía renovada, quería que él la viera. Nunca imaginó que eso fuera posible pero allí estaban y cuando finalmente estuvo en ropa interior y Simón se quedó quieto, muy quieto, y sus ojos se deslizaron a través de su piel con una lentitud exquisitamente satisfactoria y emocionante. Por un momento Bianca creyó que se había quedado completamente mudo, hasta que finalmente dijo:

Los últimos días de juventudNơi câu chuyện tồn tại. Hãy khám phá bây giờ