Capítulo 3 - Demonios

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Cuando mis amigos regresaron a España, volví a mi rutina diaria. Fui a clase con una mezcla de sensaciones. Por un lado, estaba contento por la visita de aquellos días y, por otro, sentía nostalgia. Vivir en Estados Unidos era una buena decisión, estaba seguro. Aprendía a arreglármelas por mí mismo a la vez que estudiaba algo que me encantaba y a lo que siempre me había querido dedicar. Era una vida muy distinta a la que llevaba anteriormente.

―¡Brian! ―gritó una chica, sacándome de mis pensamientos.

Un niño de unos cinco años corría peligrosamente hacia la carretera y se disponía a cruzarla. A lo lejos, un coche corría a toda velocidad, al parecer sin darse cuenta de que el crío estaba cruzando.

Corrí tan deprisa como pude y agarré al niño. Lo cubrí con mi cuerpo y alargué la mano para bloquear el impacto, viendo que teníamos el coche encima. El parachoques metálico se dobló y el automóvil paró en seco, los neumáticos emitiendo un chirrido ensordecedor.

El niño me miró boquiabierto. No parecía asustado ni al borde del llanto, como había esperado, sino sorprendido.

―¡Lo has parado! ―exclamó―. Eres un superhéroe, ¿verdad?

―¡No! ―me apresuré a contestar, pero era tarde.

El conductor se había bajado del coche, perplejo, con las manos sobre la cabeza. Era un hombre de mediana edad. Parecía nervioso y estaba lívido.

―Lo siento mucho, yo no quería...

―¡Usted! ―gritó la que inicialmente supuse que era la madre del chico, interrumpiendo su disculpa―. ¿Está ciego o qué?

―Lo siento, de verdad.

Miré a la madre del niño. Estaba muy enfadada.

―¡Casi atropella a mi hijo!

―Puedo compensarle. ¿Quiere dinero? ¿Necesita que llame a una ambulancia?

Una fila de coches se empezó a formar detrás del automóvil ese señor. Los claxon no tardaron en hacerse sonar.

―¡No! No quiero nada de usted, excepto que esté más atento cuando conduce. Ahora móntese en el coche y márchese. Agradezca que no le ponga una denuncia, que es lo que debería hacer.

Ella agarró de la mano a su hijo y se dirigió a la acera. Yo les seguí, puesto que estábamos obstaculizando el paso de los vehículos.

―Gracias. De no ser por ti habrían atropellado a mi hijo―dijo, volviéndose hacia mí.

―De nada. Es un placer.

―¡Es que es un superhéroe! ―gritó el niño.

―Lo que ha hecho ha sido increíble ―dijo una señora tras de nosotros, asombrada y con la expresión de una persona a la que acaba de aparecérsele algún santo todopoderoso.

Entonces, me di cuenta de que había mucha gente parada a nuestro alrededor. Algunas grababan con el móvil lo que estaba sucediendo y supuse que lo que acababa de pasar. No me cupo ninguna duda de que estaba en problemas y que tendría que dar muchas explicaciones.

No sé ni cómo escapé de allí. Murmuré una disculpa rápida a la madre del niño y salí a toda prisa del lugar, esquivando a los asombrados curiosos y a las preguntas que comenzaron a hacer. Volví al piso, cuidando de que nadie me siguiera y me di una buena ducha. Rezaba porque a nadie se le ocurriese pasar el vídeo a otras personas, subirlo a YouTube o avisar a los medios de comunicación, pero sabía que tarde o temprano sería señalado como el tío de la super fuerza de un vídeo viral.

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⏰ Last updated: Dec 13, 2018 ⏰

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El éxodo de BrunoWhere stories live. Discover now