La ondina

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Un hermanito jugaba con su hermanita al borde de un manantial, y he aquí que jugando se cayeron los dos adentro.

En el fondo vivía una ondina, que les dijo:

—¡Ya os he cogido! Ahora vais a trabajar para mí, y de firme.

A la niña diole a hilar un lino sucio y enredado, y luego la obligó a echar agua en un barril sin fondo; el niño hubo de cortar un árbol con un hacha mellada. Y para comer no les daba más que unas albóndigas, duras como una piedra.

Finalmente, los niños perdieron la paciencia y, esperando un domingo a que la bruja estuviese en la iglesia, huyeron.

Terminada la función, al darse cuenta la ondina de que sus pájaros habían volado, salió en su persecución a grandes saltos.

Viéronla los niños desde lejos, y la hermanita soltó detrás de sí un cepillo que se convirtió en una montaña erizada de miles y miles de púas, sobre las cuales hubo de trepar la ondina con grandes trabajos; pero al final pudo pasarla.

Entonces el muchachito dejó caer un peine, que se convirtió en una enorme sierra con innumerables picachos; pero también se las compuso la ondina para cruzarla.

Como último recurso, la niña arrojó hacia atrás un espejo, el cual produjo una montaña llana, tan lisa y bruñida, que su perseguidora no pudo ya pasar por ella.

Pensó entonces: «Volveré a casa corriendo, y cogeré un hacha para romper el cristal». Pero a tiempo que iba y volvía y se entretenía partiendo el cristal a hachazos, los niños habían tomado una enorme delantera, y la ondina no tuvo más remedio que volverse, pasito a paso, a su manantial.

Cuentos de los hermanos GrimmWhere stories live. Discover now