diecisiete: colateral (parte 1)

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—¿Y entonces...?

—Pues ya está. Acelera, debemos avanzar más.

Encendió el auto. —Oh, oye —llamó la atención de su compañero—, ¿lo desataste?

—Por supuesto. Anda ya, él está calmado. Si se le ocurre escapar ahora no la contaremos —el otro permaneció inmóvil— ¡Rápido o lo hago yo mismo!

—Ya, ya. No es necesario gritar.

Había seguido las órdenes a la perfección

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Había seguido las órdenes a la perfección.

Nervioso, tras analizarlo, bebió el agua que restaba en una botella de plástico. Resopló una y otra vez, tratando que por un segundo su corazón se calmara; sus latidos estaban fuera de lo normal, curiosamente, justo como todo el alboroto transcurriendo.

El asunto en el que estaba incluido, le aterraba. Su familia, la fiesta, su matrimonio, ¿por qué se lo arrebataban de esta manera? Los coches equivocados, los conductores que no fueron contratados, la servidumbre, posiblemente, cómplice en su mayoría. ¿Cómo explicarlo? ¿Alguna cuestión de dinero o, acaso, resentimiento? ¿Algún trabajador de su empresa...?

La incertidumbre no quería alejarse de su ser y mucho menos las emociones que no había previsto para un día tan especial.

Antes de encogerse y esconder su cabeza entre sus piernas por puro miedo y estrés, el desliz de la pequeña ventana en medio de los asientos se emitió como una alarma en su mente. Cuando volteó a mirar tenía un invitado sobresaliendo en esta.

—¡Hey! ¿Qué tal todo por aquí? —preguntó, recibiendo al instante el erguimiento del cuerpo frente a él siendo acompañado de una firme y triste mirada—. Sí, ya sé. No es lo mejor. ¡Pero hey! —continuó—. Mi amigo de aquí adelante te hizo el favor de desatarte. Relájate un poco. Necesitamos tu ayuda desde ahora, ¿sí? —Él bajo la mirada—. Oh, vamos. No he hablado contigo desde hace... —cambió su rostro a una pose pensativa— cuarenta minutos...

Su expresión le resultó incómoda.

—¡¿Te vas a poner a charlar con él?! —gritó enfadado—. Debo hacer el trabajo más pesado y aún así no tienes consideración por mí. Se lo diré al jefe.

—Agh. Ni se te ocurra. Para tu información estoy intentando explicárselo de manera adecuada. Si sigues gritando...

—Date prisa y punto —sentenció.

—Uff. Hey, ¿no se te hace aburrido y molesto que grite tanto?

A pesar de la pregunta el contrario no respondió y ladeó la cabeza confundido.

—¿E-El jefe? Creí que era usted...

Por consiguiente, soltó una risa.

—¿Ehh? ¿A qué vino eso? ¡Claro que no! Siendo honestos, no soy maquiavélico como lo es el jefe —el adjetivo lo sorprendió—. Te lo juro. Él parece tener un plan para todo, y créeme, eso lo hace peligroso quieras o no.

—¿Por qué está haciendo esto? —se acercó, con las pupilas moviéndose como locas. Digerir que su propio secuestro estaba al mando de un tipo de tal talla, era demasiado. Sentía tanto coraje por esas acciones. ¿Qué tenía ese hombre en contra de una unión de pareja?

—Mira —suspiró—, sé que simplemente no puedes creer en lo que digo ni en lo que hago. Todos podemos mentir y ocultar cosas. Es por eso, que tienes que descubrirlo tú mismo... ¿Hace rato quisiste preguntar por qué te hicimos leer esa nota para tu hermano, no? Debes hacerlo; todo lo que dice ahí es verdad, es lo que está ocurriendo a pesar de que algunas cosas ya estén hechas y no haya vuelta atrás.

—¿Qué tiene en mi contra? Debes saberlo, ¿no eres cómplice? —comenzaba a alterarse, a cambiar el tono de su voz.

—Lo soy. Pero sólo sigo órdenes, así como lo haces tú de nuestra parte, y lo hace el hombre de adelante —apuntó con el dedo pulgar hacia el asiento del copiloto—. Así que, es hora de comenzar.

—Estoy muy de acuerdo con eso. Ya bájate y escolta a tu querido receptor de estupideces —refiriéndose a la conversación que él creía sin sentido.

El ambiente quedó en completo silencio, excepto, por algunos reproches y bufidos del dueño de la explicación.

La puerta trasera se abrió y la luz, al fin, le alumbró el rostro. (La camioneta tenía lunas polarizadas por lo que no pudo observar nada en un largo rato).

Se estremeció.

—Oh, vamos. Los prisioneros que reciben cadena perpetua o sentencia de muerte son los que se merecen ver la luz y tener ese tipo de reacción, tú, en cambio, no.

—Déjalo, ya. Puedes bajar, Son Gokū.

El mencionado obedeció y por un momento, a pesar de que sus piernas estuvieran algo entumecidas, se abstuvo de soltar algún quejido.

—Muy bien, ya que eres técnicamente libre —Gokū frunció el ceño; eso no era del todo cierto—. Utilicé esa palabra, no pongas esa cara. Bien —expresó en cuanto lo vio volver a su antiguo gesto—. Necesito que levantes las manos y las pongas sobre tu cabeza. 

✨- ¿Quién es el Novio? |KakaVege|Where stories live. Discover now