CAPÍTULO VEINTICINCO: EL PODEROSO REY

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Ha sido besado por la muerte,

Ha luchado contra la oscuridad y su luz ha sido absorbida,

La guerra se acerca y solo él podrá proteger a los suyos.

Su destino está escrito y nadie puede cambiarlo.

Le llaman el salvaje, le dicen que es un líder y un rey,

Pero él más bien es un lobo que busca su camino.

Gorkan cerró los ojos ante aquellas líneas que se repetían en su cabeza, sacudió la cabeza y a los minutos los volvió abrir. Se puso de pie con cuidado sintiendo el dolor en su cuerpo, sintiéndose agotado y aturdido. Él con cuidado caminó hacia la puerta encontrándose con un guardián macho ahí, con los ojos abiertos y preparados para la lucha, al ver al líder tembló un poco y no dejó que el Lairs lo notara , pero éste recogió el aroma dulzón del miedo y un gruñido brotó de su garganta aterrado aún más al vigilante.

—Agua.

—Como ordene líder —éste se alejó de ahí y se perdió en el pasillo. Gorkan cerró la puerta y volvió a la cama colocando sus manos en su rostro. Le dolía la cabeza y pequeños recuerdos lo golpeaban con fuerza, recuerdos que terminaron por acabarlo en esos instantes. Recordó cada momento, cada azote, cada quemadura y también a Eliana. La dulce Eliana que había sido forzada en sus narices por Gastón. ¡Lo acabaría! Él lo torturaría, acabaría con él y se terminaría bañando con su sangre. Le demostraría su error por haberse metido con ellos. Con los de Hierro. Con Gorkan.

Se puso de pie otra vez, echando su cabello hacia atrás y asomándose por la ventana, estaba amaneciendo y podía ver a los machos reír y dirigirse al campo de entrenamiento. Las hembras ir con sus cachorros al río a lavar y otras al mercado que quedaba a unos metros de ahí, todo eso rodeando su reino. En más de siete años había cambiado, recordaba que la última vez que estuvo ahí era más pequeño, pero ahora parecía un pueblo enorme, dividido y con oportunidades que no habían antes. Grandes árboles se levantaban protegiendo el castillo y también a su gente, el río brillaba desde donde él se encontraba, y ahora alrededor más selvas para que cualquiera pudiera acostarse y no sentir el sol golpeando su frente.

Vio campamentos no muy lejos del río, vio a osos y a panteras y se sorprendió. Ya lo arreglaría pronto, no entendía que hacían esas razas en sus tierras, podía permitirle a los leones andar cerca porque eran también de su misma raza.

La puerta fue golpeada y se giró haciéndole señas a las dos hembras que traían en cubos agua para él, ellas con las cabezas agacha pasaron de largo y Gorkan gruñó sintiéndose irritado. Molesto y vengativo. Se dirigió hasta la tina y se metió con cuidado, comenzando a echarse agua encima. Jadeó al sentir el agua caliente pero esta parecía relajarlo y curar sus heridas. Demasiado caliente para aumentar el infierno en su interior. Se estaba haciendo inmune a eso, y le preocupaba. Estuvo ahí por largos minutos hasta que salió y se vistió, colocándose una camisa blanca y abrochándola para que nadie viera las grandes cicatrices que tenía en su cuerpo, unas que le recordaban lo débil que había sido. Se amarró el cabello y lo tiró hacia atrás para que no lo molestara y cuando estuvo listo bajó. Pudo escuchar los cuchicheos de los guardianes en cada esquina de aquel piso, todos viéndolo con cuidado porque temían que su propio líder se lanzara hacia ellos. Porque era inestable. ¿Lo era?

Cuando cruzó el salón vio a todos ahí, pero sus ojos cayeron en su hermanita. Su princesita que estaba sentada hablando con Mireia. Su cabello suelto y siendo adornado por una pequeña corona de rosas haciendo juego con un vestido corto y suelto. Él rápidamente reconoció las sandalias que llevaba, era las mismas que su madre solía usar, sin poder evitarlo se vio envuelto en recuerdos, ahí donde estaban sus padres. Como los extrañaba, ellos sabrían que decirle en ese momento donde su mundo golpeaba y no sabía que orden dar. Que hacer.

LA CAPERUZA DEL LOBO © (I HDH)Where stories live. Discover now