CAPÍTULO SEIS: LAS GARRAS DE UN LIDER

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Gorkan caminó con lentitud hasta el río observando los arboles alrededor, echó la cabeza hacia atrás viendo unos hilos blancos a lo lejos moverse, las comisuras de sus labios se elevaron e inclinó su cabeza al ver a Fuego y a Elihan mirarlos y protegerlos a lo lejos, aun cuando su orden fue que se mantuvieran al margen de lo que ambos hermanos harían. No querían exponer a más inocentes, no querían perder a más machos por las pataletas de una humana que buscaba poder.

Estar ahí se había convertido en una pesadilla, de esas de las cuales quieres despertar. Apenas ellos llevaban unos días y Gorkan ya quería lanzar todo y matarla, tener su cuello entre sus manos y que supiera que solo de aquella bestia dependía dejarla vida, que tenía en sus manos su vida y si quisiera podía matarla. Quería que la mujer sintiera mucho miedo el mismo que su hermano sintió cuando fue capturado por ellos, ese miedo atroz que te paraliza el cuerpo hasta dejarte inconsciente.

—Te he estado buscando —la voz de Gorius lo sacó de sus pensamientos, el mayor de los hermanos sacudió la cabeza para después ver a su hermano colocarse a su lado. Ambos estuvieron en silencio por largo rato, hasta que el león se dignó a hablar—. He recibido un llamado de algunos líderes, ellos quieren saber qué hacemos en estas tierras. Podemos realizar un llamado lunar hermano, así podremos hablar con los líderes y todos atacaremos estás tierras. Sabes muy bien que lo que estamos haciendo no está bien, ¡Hay leyes!

—Entonces ve y obedécelas.

—Madre decía...

—Y padre señalaba que no siempre debíamos seguir las reglas impuestas por Apolo, que incluso un Dios necesitaba tocar tierra —replicó Gorkan—. Esa mujer no necesita estar en juicio, no olvides tus raíces hermano, por más reyes que visites sigues siendo un lobo.

— ¡Y no lo olvido! —gruñó mostrando sus colmillos filudos, dio un paso hacia él. Ambos tan altos. Tan fuertes y peligrosos—. Pero todos nos regimos por leyes que nuestros padres obedecían para tener paz, y ahora hemos roto muchas de ellas. Aún estamos a tiempo de ir y convocar una reunión para que ellos nos den la respuesta. Venimos de reinos diferentes Gorkan, y aunque nuestros padres no estén aquí nosotros sabemos dónde pertenecemos. Hemos roto reglas, tratados y estamos aquí entre los asesinos de nuestra familia buscando venganza ¿Y después? ¿Cuándo ellos mueran que pasará? ¿Nuestros padres revivirán? ¿Nuestros hermanos? ¡No! solo alimentas una venganza tonta, bien podemos hablar con los reyes y ellos darles el castigo que Caperuza merece.

—Ella nos trata como animales, entonces actuaré así. Las reglas no sirven para este animal y mucho menos la benevolencia —escupió enfurecido. Se alejó de ahí apretando los puños ignorando a ella, a la caperuza que se acercaba, cuando habló el lobo le gruñó lanzándole una mala mirada para después huir muy lejos de ahí. La caperuza se apresuró a llegar hasta Gorius que tenía los ojos fijos en el río.

—Espero no haya llegado en mal momento —la mujer sonrió tirando del vestido para después elevar la mirada hacia uno de los hermanos. Aun le sorprendía su altura y la fuerza que ambos parecían tener, y aunque tenían mucho parecido, sus personalidad eran distintas y chocaban entre si—. En la noche harán una fiesta de bienvenida, es bueno tener dos grandes cazadores de nuestra parte.

—Ahí estaremos —respondió seco.

—Entonces iré a decirle a Gorkan —se giró pero la mano de Gorius la detuvo, gimió ante el dolor y bajó su mirada a la mano del cazador viendo como la sujetaba y como su piel enrojecía. Gorius la soltó y se excusó diciéndole que se encargaría de decirle a su hermano, se abrió paso y se retiró de ahí con rapidez ante la atenta y confusa mirada de Caperuza.

Gorkan pasó sus dedos por su cabello y entró a la pequeña choza que había sido dispuesta para ambos hermanos, se quitó el abrigo de piel dejándolo caer al suelo, soltó el lazo que ataba su cabello dejando que este cayera en sus hombros y le diera esa imagen ruda. Él se disponía a salir cuando escuchó unas risas estrepitosas, caminó hacia la rendija de la choza de carrizos, se inclinó viendo a la prima de Caperuza sostener en sus brazos un pequeño niño, la muchacha cayó al suelo y en vez de gritarle al niño rió con más fuerza y tiró de éste para que cayera a su lado.

LA CAPERUZA DEL LOBO © (I HDH)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora