Capítulo XI: Tras la partida.

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Volví a casa de Sam, Bruce se había marchado de nuevo a casa de sus padres, tras haberle preguntado cómo había ido lo del último viaje había dicho «Bien » como si no tuviera importancia pero Lizzie me había confesado que no pudo hacerlo, está vez ella lo acompañaría y pensaban decirles juntos, no tenía porqué vivir eso él solo aunque yo me mantendría al margen hasta que él quisiera contarme.

Al llegar deje mis cosas en la habitación que aún estaba vacía, agradecía que mi hermano me diera aquel asilo sin nada a cambio. Me pasé por la sala saludando al sofá y tumbandome en el para leer pero mis ojos encontraron un mejor pasatiempo.

Extrañaba tanto el piano de casa, que al ver aquel más moderno en el departamento de Sam sentí que lo necesitaba. Deslice mis dedos suavemente sobre este como si buscara que me aceptara y me permitiera tocar lo que sentía, lo que necesitaba contarle a alguien que no me juzgará o buscará entenderme, quien solo me hiciera encontrarle lo bello a esos sentimientos que se estaban tan fuera de mi.

Me había perdido tocando cuando pude visualizar a Sofía en el sofá, como si estuviera fuera de foco o solo fuera una parte de la habitación, tenía un libro en la mano y las piernas cruzadas, parecía cómoda. No haberla visto por más de una semana y volverla a encontrar había relajado un poco los sentimientos.

-¿Te interrumpi?- alzó la vista de su libro cuando deje de tocar y la observé.

-No ¿Qué lees?

Alzó el libro dejándome ver la portada, un libro viejo que yo ya había leído.

-Es un buen libro, me transporta directamente a...

-¿Italia? ¿Marruecos? ¿Alemania?

-No, a la habitación junto a la tuya en la villa después de verte pasear de lado a lado con Sam fingiendo que eran una pareja feliz.

Una sonrisa se dibujó en su rostro como si el Flash le hubiera llegado también a ella.

-Corriendo de lado a lado buscando cada detalle que Lizzie te pedía.

-El mundo cambia en solo unos años.

Suspiré y asentí, pero algo de lo que estaba seguro es que entre nosotros no realmente. Ahí estábamos como en Francia pero a cientos de kilómetros de distancia, con otros libros, otro piano y otra habitación pero los mismos dos chicos.

-¿Te importa si me quedo?

Me encogí de hombros y volví la vista al teclado.

No pensaba alejarme de ella, sería imposible ya que a vos nos unía una de las personas más especiales de nuestra vida principalmente.

Me resultaba extraordinario como esto parecía ser lo que nos unía más que las palabras, de un momento a otro el tiempo pasaba y cada uno estaba en su momento pero juntos. Hubiera deseado tener mi libreta conmigo y escribir la canción que estaba interpretando pero la había dejado bajo mi almohada con la única condición de no ir tras ella y dejar un poco descansar el desamor.

-No he sido la mejor persona últimamente- admitió interrumpiendo de nuevo

Seguí con la mirada en el teclado, con un tono tranquilo y sin buscar más conversación.

-No fue correcta la manera en que ignore todo lo que me decias y realmente lo siento. Pareciera que todo se dio un giro sin que yo lo notará.

-Sin rencores.

Me sonrió y cerró el libro disculpándose al escuchar a Sam llamándola desde la habitación.

El resto del día el piano fue mi compañía hasta que Sam llegó con su mala cara.

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