-Quería ser popular pero no de esta forma, esto es horrible. -llora.

-Supongo que al final cada uno tiene lo que merece. -suspiro casi inaudiblemente antes de colgar. No soy rencorosa, pero las personas no cambian de un día para otro. Ariadna tiene tanto afán de grandeza que hará lo que sea para conseguir que la absuelvan del caso y volver a conseguir el apoyo de todos los alumnos del Oficial High School of Miami, aunque eso suponga tener que rebajarse y pedirme disculpas.

Eros sigue con esa mirada. Está viendo un partido con el mando en la mano y la cabeza apoyada en el respaldo, pero el volumen de la televisión está bajado. Sé que no le está prestando atención. Está pensando en algo, algo serio.

Decido no andarme con rodeos.

-¿Qué te pasa? -le pregunto sentándome a su lado.

Suspira.

-Nada.

Me quedo mirándolo varios segundos, analizando cada facción de su rostro.

-Cuando estés preparado para hablar, estaré aquí para escucharte. -murmuro.

Este gira su rostro para mirarme. Sus ojos recorren de arriba a abajo mi rostro, y después semi-sonríe.

-Lo que voy a decir va a sonar cursi de cojones. -me advierte mirándome a los ojos.

-¿Más que cuando me pediste matrimonio? -digo riendo.

-¡Oh, vamos! Fue la mejor pedida de matrimonio del mundo. Y quien diga lo contrario puede comerme la polla.

-¡Eros! -río.- Dímelo.

-Quiero que sepas que te quiero de verdad. Y sé que esto no es nada momentáneo, es lo más real que he sentido desde hace tantos putos años que ni si quiera sé cual fue la ultima vez que quise a alguien. Así que lo seguiré haciendo siempre, pase lo que pase.

Lo sé, no hace falta que lo diga con palabras porque lo ha demostrado miles de veces, y eso es lo que realmente vale. Así que no es eso lo que le preocupa. Hay algo más.

-¿Como que pase lo que pase, Eros? Ya se ha acabado todo. -contesto frunciendo el ceño.

-Eso es justo lo que me preocupa. -dice desviando la mirada y echando la cabeza hacia atrás. Tarda varios segundos más en volver a hablar.- Ya han detenido al anónimo, y en cuanto me quiten esta puta venda del brazo, aquí ya no sirvo para nada. No necesitas a nadie que te proteja, Russell. Eres la persona más fuerte y valiente que conozco, y eso que me he criado en un reformatorio. Pero mi trabajo aquí ha terminado, y no tengo la beca, tampoco dinero con el que alquilar un piso o pagarme los estudios, ni si quiera podré comprar un maldito trozo de pizza congelada. Y tu padre jamás permitiría que alguien como yo estuviera contigo.

-Podemos buscar otras soluciones, puedo pedirle a mi padre que trabajes como mayordomo o yo que sé, que te dediques a limpiar la maldita piscina, por ejemplo. Conseguirás dinero.

-¿Y después qué? ¿Seguimos viéndonos a escondidas igual que todo este tiempo? ¿Me compro un piso igual que el de Peyton y nos mudamos hasta que se nos caiga el techo encima por culpa del moho? -resopla.- No voy a dejar que abandones tu vida por mi. Nunca me lo perdonaría y tú acabarías arrepintiéndote.

Mala influencia®  Donde viven las historias. Descúbrelo ahora