Capítulo 4.

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EROS.

Dios esa chica.... esa estúpida chica...

¿Como cojones voy a protegerla si tengo ganas de acabar con ella con mis propias manos?

Además de ser absolutamente imprevisible, es una maldita cría impertinente. No me sorprende que sea así, es una niña rica y seguramente esté acostumbrada a que todo el mundo le haga la pelota, pero eso conmigo no va a a pasar. Aunque tampoco puedo negar la satisfacción que siento al saber que puedo hacer que sus mejillas coloreadas se tiñan de rojo intenso solo con una simple broma. Puedo hacer que pierda los papeles rápidamente y eso me gusta.

Pero dejando a parte eso, no podía permitir que se comportara así conmigo. Cree que por tener un padre rico y una mansión enorme es superior a mí y tiene derecho a darme en la cara con la mano abierta, y eso me saca de quicio. Esa niñata no sabe con quién va a tener que convivir. No me conoce ni si quiera un poco. Pero lo hará. Y cuando lo haga, ella solita comprenderá en que clase de problemas se va a meter si decide volver a hacer algo así.

El despertador suena a las siete, justo como Bruce me dijo. Cojo cualquier cosa del vestidor y me ducho antes de vestirme.

Alucino con el cuarto de baño. Es casi más grande que los baños comunitarios del reformatorio. Pero a diferencia de aquellos, este tiene una ducha y una bañera de hidromasaje individual, el lavabo es de mármol y seguramente los azulejos a juego con los muebles cuesten más que todas mis putas cosas juntas.

Bajo a desayunar y veo a Reese y a Bruce sentados en la mesa. El sol entra por las rendijas de las ventanas e ilumina la sala tenuemente, habiéndolo más acogedor. La mesa está llena de todo tipo de comida. Hay zumo, leche, café, chocolate, galletas, tostadas con todo tipo de cosas e incluso fruta.

-Buenos días, Eros. -saluda Bruce, yo le contesto de vuelta.- Reese, tus modales. -le regaña severo al ver que no dice nada. Ella está de espaldas a mi, pero me la puedo imaginar rodando los ojos.

-Buenos días. -murmura casi en un susurro despectivo.

Le sonrío asintiendo con la cabeza. Ella no puede verme, pero su padre si, que es al que me conviene mantener contento. Si soy sincero, en cuanto acepté este trabajo me imaginaba algo muchísimo peor, con más reglas y más estricto. Pero este es el mejor trabajo que existe en el puto mundo. Podría mejorar si cambiara la persona a la que debo proteger por otra, pero respecto al resto, es una puta maravilla. Esto es mucho más de lo que podré conseguir yo trabajando el resto de mi vida. Tengo una habitación enorme con una cama para mí solo, un portátil, un teléfono móvil (el cual aún no comprendo cómo se utiliza) y hasta un puto vestidor. Además, la casa tiene otras habitaciones de las que puedo disfrutar, como el gimnasio, la sauna, la piscina y la cocina.

Me siento al lado de Bruce y cojo de todo lo que veo para echármelo a la boca. Dios, esto está buenísimo.

-¿Tienes hambre, eh? -pregunta Bruce, luego ríe.- Seguro que en el reformatorio no había de esto.-Pillo a Reese mirándome y ella instantáneamente pone una mueca de repugnancia.

Niego con la cabeza. Si en el reformatorio me hubieran dado esto para desayunar todos los días, no sería uno de los jóvenes más temidos del país por el Estado Nacional de EEUU. Ahora que lo pienso, no sé qué habría hecho sin Bruce Russell. No se merece ser parte de mi venganza, lo tacharé de la lista.

-Reese entra al instituto a las ocho en punto. -me comenta.- Tienes que llevarla y traerla todos los días y asegurarte de que no le pase nada durante el horario escolar. Veré lo que puedo hacer para poder integrarte en el instituto, aún que no tengas que dar clases, pero de momento no puedes estar dentro del recinto al no estar matriculado. Por cierto, te he conseguido un carnet de conducir, lo he dejado encima del mármol de la cocina, acuérdate de cogerlo antes de salir. -suspira.- He de irme ya al instituto antes de que lleguen los alumnos, si después de acabarte todo eso tienes más hambre, hay más comida en la alacena. -dice cogiendo las llaves.

Mala influencia®  Donde viven las historias. Descúbrelo ahora