-Y hay algo más. -murmura mirándose las manos mientras juguetea con sus dedos.

-¿Qué? -pregunto con tono despreocupado. ¿Acaso puede haber algo peor que esto?

-Los médicos dicen que la bala impactó en una zona bastante difícil de tu cuerpo, o sea que el francotirador sabía lo que hacía. No quería matarte... -carraspea.- Quería dejarte inmovilizado. -se queda unos segundos en silencio.- Tu brazo podría quedar totalmente paralizado, Eros.

Me quedo pensando en todo lo que ha dicho. ¿Qué cojones? ¿El anónimo tenía la oportunidad de matarme y prefiere dejarme inmovilizado? ¿Qué puto sentido tiene eso?

-La policía ha investigado la bala y pertenece a un arma bastante precisa. No cabe la posibilidad de que te disparara en el hombro por error, es casi imposible, ni si quiera el material de tu vestuario de fútbol podría parar un arma así.

-No podré ser tu guardaespaldas. -la interrumpo sintiendo un nudo en el garganta.

-Eros, acabo de decirte que podrías quedarte sin mover el brazo derecho por el resto de tu vida ¿y tú te preocupas por eso? -dice confusa.

-Russell, preferiría perder un brazo que perderte a ti. -digo como si fuera obvio. Es más, pensaba que eso estaba suficientemente claro.

-¿Se supone que eso tiene que ser romántico? -pregunta aguantando la risa. Después se contiene, para volver a mirarme preocupada.- Eso no pasará. Simplemente lo sé. Con rehabilitación y medicamentos te pondrás bien.

-¿Y en cuánto tiempo será eso?

-No lo sé, pero no te preocupes, te quedarás en la mansión. Mi padre va a contratar más guardaespaldas.

Joder, ¿es que todo son malas noticias?

-Espero que no te enamores de otro guardaespaldas que no sea yo, princesa. Porque esa idea no me resulta nada atractiva.

Reese ríe.

-Quien sabe, quizás mi padre contrate a otro chico malo que en vez de protegerme se dedique a molestarme y a salir de las bodas por los conductos de ventilación y se niegue a llevar traje o uniforme. Y entonces será imposible no enamorarme.

-Si eso pasa hasta yo me enamoraría de él. -Reese rueda los ojos con una sonrisa.- Si conoces a alguien así preséntamelo, seguro que es guapísimo.

-Es horrible. -admite Reese.- Y además estúpido. -después ríe, contagiándome la sonrisa.

Y si, me acaba de llamar estúpido aún sabiendo que puede que pierda un brazo y ha conseguido que me ría. Solo ella puede hacer esa mierda.

A continuación, el médico, ese que le tiraba los cejos a mi prometida, entra por la puerta con un diagnóstico en la mano, acompañado por la enfermera.

-Eros Douglas. -me saluda.- Vamos a ver ese brazo.

(...)

Me estaba muriendo en el hospital, y no por el brazo. Hacía calor, la comida sabía igual que la del reformatorio y ni si quiera podía hacerme una puta paja. Tampoco lo necesito con Reese, pero el caso es que tampoco tenía intimidad y Diego, Peyton, Lily, Bruce e incluso el equipo de fútbol y el entrenador no dejaban de visitarme. Ha sido como volver a mi pasado pero con gente preocupándose por mi. Raro de cojones.

Y por fin después de tres días, y aunque debería seguir en el hospital unas dos semanas más, puedo volver a la mansión.

Los nuevos guardaespaldas parecen dos armarios. Los dos son dos hombres grandes y fuertes, uno es calvo y el otro más moreno, con cara de mala hostia. Vale, sé que yo soy fuerte y alto, y vale, estoy bastante bueno, también lo sé, pero ellos son el doble que yo, aunque no son nada guapos. Me pregunto porque mierdas Bruce me contrataría a mi teniendo a esos dos gorilas a su mando. Además llevan traje, cosa que yo no me pondría nunca.

Mala influencia®  Donde viven las historias. Descúbrelo ahora