VIII

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Mark estaba sentado en un sofá frente a Jaehyun y Johnny, también sentados. Jaehyun tomó la palabra:

—Aprenderás simultáneamente de Jeno y Haechan. Algunos días irás con uno y otros, con el otro. Te lo haremos saber cada día mediante mensajes, así que mira bien el buzón de tu casa.

—De-debes saber que me asusta un poco la sangre.

Johnny reía. Fue Jaehyun quien contestó, mientras sonreía:

—No te preocupes, no harás ningún trabajo violento ni serás instruido para curar las heridas de tus compañeros.

—Suspiro de alivio.

—Basta... este chaval es demasiado —dijo Johnny entre carcajada y carcajada.

¿Qué le pasa a este? Pensó Mark, un poco molesto.

Jaehyun le informó que ese día acompañaría a Haechan, quien, por cierto, ya tenía que estar allí. Entre malas caras y comentarios acerca de la irresponsabilidad e impuntualidad del muchacho se oyó un portazo, a lo lejos, pasos que se aproximaban y se abrió la puerta. Era Haechan. Se percató de las caras de enfado de sus compañeros. Con el semblante serio, alargó la palma de la mano en dirección a Johnny.

—No.

—Venga, tonto. —respondió, guiñando el ojo.

—Qué cabroncete, sabes que no me puedo resistir.

Haechan sonrió tímidamente. Entonces, chocaron las cinco un par de veces y, después, chocaron sus hombros.

Jaehyun observó la escena impasible. A continuación se levantó, se acercó a Haechan y chocaron primero las cinco con las palmas de la mano, juntaron sus codos a la vez que chocaban con el reverso de la mano, chocaron sus hombros e hicieron un dab.

¿Pero esta gente? Se preguntaba Mark Lee. Haechan le dirigió la mirada y analizó su cara.

—No tengas envidia, Lee, ya encontraremos un saludo adecuado para nosotros.

—Vale...

—Hala, vamos, que el trabajo no se hace solo. Adiós, compis.


Un coche los aguardaba fuera de la base. Haechan tomó el volante y empredieron la marcha.

—¿Qué vamos a hacer?

—Vamos a reclutar gente para Cherry Bomb.


Mark se mantuvo en silencio durante gran parte del trayecto, observando a su compañero, curioso e inquieto. Haechan, por el contrario, parecía radiante: desde que montó en el vehículo y sintonizó una emisora de música variada no paró de cantar ni un solo instante. A Mark le sorprendió lo bien que cantaba el muchacho y, tras pensárselo mucho, se armó de valor y le dijo:

─No he podido evitar notar que cantas... esto... demasiado bien.

Haechan se calló al momento y respondió, con el semblante entre serio y curioso:

─¿Estás insinuando algo? Piensas que me drogo, ¿no es cierto?

A Mark se le pusieron los Chupa Chups que llevaba en el bolsillo de corbata. Oh my God! ¿Qué he hecho? He conseguido despertar a la bestia... Mira que soy bocazas...

─Emm... ─titubeó─ Es que... cantas muy pero que muy bien...

Haechan paró el coche en medio de la calle. Seguro que me pega. O se va a chivar. Soy hombre muerto.

Entonces, ocurrió algo que Mark no esperaba en absoluto. Haechan salió del coche y, desde fuera, le dijo a Mark que subiera el volumen de la radio. Éste, perplejo, así lo hizo. Haechan empezó a bailar la coreografía de la canción que estaba sonando a la perfección. Mark Lee no podía creérselo: ¡era talento natural! ¡Cuánta cantidad de talento!

Haechan regresó al coche y se sentó en el asiento del condutor, dirigiendo su rostro serio a Mark.

─¡Eres asombroso! ¡Cuánto talento! Me quitaría la peluca, si es que llevara alguna. ─Comentó Lee, maravillado.

Haechan se rio y le agradeció sus palabras.

─No te preocupes, no es la primera vez que me pasa. Lo cierto es que le dedico mucho tiempo y trabajo a cantar, así que esto siempre me lo tomo como un halago.

─¿A qué le dedicas más tiempo: a cantar o a bailar?

─¡Qué bueno eres, Mark Lee! ─reía Haechan─ El baile es únicamente un hobby que tengo. ¿Sabes? Me caes bien. Me gusta que seas un bocas. Ya te diré yo con quién más puedes serlo sin problemas. ¡Ah! Tenemos que buscarnos un saludo, que no se nos olvide.

Mark sonrió tímidamente. A él también le caía bien Haechan.

Con el ambiente más animado, se dirigieron a los polígonos y demás puntos de la misión que tenían por delante, cantando las canciones que sonaban en la radio.


Haechan le gustaba; su trabajo, en cambio, lo detestaba. Se dedicaba a reclutar a gente para que trabajara en Cherry Bomb. Su nuevo compañero tenía un carisma titánico. Ese mismo día se incorporaron siete personas gracias a sus servicios. Tenía talento y carisma. Algunos tanto y otros tan poco... se lamentaba Mark, puesto que no confiaba para nada en sus capacidades.

N-City. La Ciudad Y El Infierno.Where stories live. Discover now