Capítulo 3: ¿Muerte o esclavitud? (Parte II)

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(En voz de Zoran)

Y así, vertido en un ave de mal agüero, les observé. Estaba ansioso por ver los resultados de esta noble misión o temible experimento. Sin embargo, había transcurrido casi un mes desde que Siri y Gael se encontraron, y ninguno de los dos mostraba interés. Sabía que ella no podía haberlo olvidado, pero no entendía por qué estaba ignorándolo. Era el momento ideal para ellos, pero a ella parecía no importarle. Lo evitaba, hasta ese día.

Era una tarde calurosa y, como de costumbre, Gael subió a la azotea del condominio. Era de esos lugares idóneos para refrescarse, y él parecía disfrutar del silencio y la confidencia que le ofrecía ese paraíso terrenal. Al poco tiempo, Siri llegó, Gael continuó leyendo sin prestarle atención, hasta que un sonido melodioso rompió la armonía. Me permití disfrutar del néctar sonoro que brotaba de la boca de Siri.

Me acerqué entre las palomas para apreciarla mejor. Tarareaba una vieja canción, sus ojos estaban puestos en el horizonte, su cabello revoloteaba con el viento, las plantas a su alrededor se movían al ritmo de su canto y el atardecer caribeño parecía inmaculado, haciendo de ese instante algo precioso. Escucharla era algo más allá de lo humano y lo inmortal, una experiencia divina y todos parecían disfrutarlo, salvo Gael; lo noté por el sudor en su frente y el gesto de incomodidad en su rostro.

—¡Pare! —ordenó, y todo quedó en silencio. Siri lo miró boquiabierta e incrédula— . Disculpe, tengo una terrible jaqueca —Secó el sudor que bajaba por su sien. Exhaló e inhaló un poco de aire en un intento por recobrar la calma.

—¡Oh! —exclamó la joven e hizo una mueca —. Entonces, ¿debo callarme porque te duele la cabeza? —replicó. Se dio la vuelta y comenzó a lanzarle migajas de pan a un par de palomas.

Gael volvió a tomar su libro, pero antes de que retomar la lectura, el karma le devolvía su falta de cortesía. Una paloma pasó volando y dejó caer sobre él, un fétido regalo.

—¡Maldición! —exclamó en cuanto sintió la humedad del excremento sobre su hombro— ¡Maldita paloma! —gritó, pero el ave ya se encontraba a los pies de Siri, picoteando las sobras de pan. Gael intentó remover la mancha amarillenta de su camisa, y lo único que logró fue embarrarla más.

—Es muy grosero —dijo la dama y soltó una risita burlona —. Tendrá que tallar muy bien para quitarla.

—¡Ah! —Suspiró y cerró el libro—. Esas aves están infestando de excremento la azotea ¡Malditos pájaros!

—¡Por favor!, podría dejar de maldecir —dijo Siri, mirándolo con firmeza. Gael titubeó.

—Sí, discúlpeme —respondió. Se levantó de la vieja banca en la que se encontraba y caminó hasta la mujer —. Últimamente, nos encontramos a menudo, ¿no cree? Por alguna razón siempre cruzamos el camino.

—¿Le parece? Han sido unas dos o tres veces. Quizás usted me presta demasiada atención.

—Se equivoca, precisamente de eso quería hablar —interrumpió Gael —. Como hace poco se ha mudado, ignora por completo la historia de este paraje. Hasta hace unas semanas disfrutaba la soledad de esta azotea. Su tranquilidad, el aire fresco y la falta de vida silvestre, hacían de este un lugar perfecto para leer y meditar. Cuando me mudé a este edificio, el sitio estaba completamente olvidado, me he encargado de irlo arreglando, y ha sido tanto mi esfuerzo, que incluso los demás vecinos respetan este recinto como mío.

—¿Como si fuera un especie de lugar sagrado? —preguntó la invasora—. ¿Su templo?

—En cierto modo lo es para mí. No me molesta que usted suba, aunque a veces pareciera que me acechara. En estos últimos días nos hemos encontrado más a menudo. Y no es por culparla, pero ahora hay más palomas, quizás sea por las migajas de pan o el clima tan agradable, no lo sé, ¿usted qué cree? —dijo con ironía y agregó —. Lo cierto es que con tantas aves, ya no se puede disfrutar de una lectura, y menos aún, se pueden apreciar las bondades del silencio...¡Estos pájaros no dejan de canturrear y cagar!

La Bruja del OlvidoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora