Capítulo 28- Las Creadoras vs la creación - Parte III

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De vuelta a la realidad, contemplamos como uno a uno, los tres grandes árboles cedían a la orden, se abrían y gritaban, como si cada movimiento doliera, sus ramas se torcieron y sus troncos se abrieron hasta formar un arco: era la puerta a nuestra libertad. La expresión en todos fue la misma, aunque indescriptible. La emoción que habita en el corazón de un hombre que vivió toda su vida encerrado, y un día frente sí, se encuentra con la libertad, no tiene forma de explicarse, es una mezcla entre euforia ante la concreción de lo añorado y el terror de lo nuevo. Toda emoción es válida ante la libertad, pues no hay reacción correcta o incorrecta, para quien por primera vez experimenta el elixir y la hiel de ser totalmente libre. Así nosotros, por primera vez, teníamos la posibilidad de ser libres de aquella cárcel, y el precio que pagaríamos sería muy alto, pero todos estábamos dispuestos a ello.

—Hemos marchado desde el norte para encontrar la libertad —dijo Kalía.

—Hace mucho más que lo estamos haciendo —añadió Zoran—. Hace tanto que estamos luchando por ello, y hoy, es la culminación de esta batalla.

—Hoy seremos libres, en esta vida o en la muerte —continué—. Hoy todos somos iguales: somos hermanos de guerra, compañeros hacia la muerte, o bien, si las estrellas nos sonríen, hacia el comienzo de una nueva era. Hoy cambiaremos nuestro destino.

—Aes zul —gritó la horda.

—Aez zul, hermanos —dije y caminé en absoluto silencio.

Y entonces, a unos pasos del cruce lo sentí: mi corazón latía desbocado ante el nerviosismo, cada paso se hizo más lento, más dudivativo, más reflexivo. Cruzando aquél arco no habría marcha atrás: ellas nos esperarían. Me detuve a un paso de la libertad, respiré hondo y dije:

—Madre, abandoné Ragoh persiguiendo tu sueño: libertad. Padre, hoy retorno a la tierra que te arrebató la vida, buscando cumplir tu deseo: rebelión. Por ustedes, amados padres, por la horda, que me acobijó cuando mi sangre me odió. Por todos aquello que han pagado con su vida los caprichos de falsos dioses, y sobre todo por mí, hoy le declaro la guerra hasta el final de mi existencia a la creación —Levanté la mano y señalé Ragoh—. Y este es el primer paso en el final de tu obra, a partir de hoy, nosotros escribiremos nuestro destino, aún así tenga que ser con lágrimas de sangre.

Sin más tribulación crucé el arco y fueron mis pies los primeros en tocar el verde pasto de Ragoh. Las voces detrás mío vitoreaban, como si hubiésemos ya ganado la guerra. Uno a uno, me me imitaron, pero en cuanto estuvieron fuera, fue imposible guardar la calma, la euforia, la admiración y la incredulidad de ver algo más allá del rojo bajo sus pies, les invadió. La profecía se cumplía, las dos estrellas amatistas habían otorgado la libertad a la horda.

—Siri —gritó Zoran.

—¡Mi señora! —añadió Kalía y la horda clamó mi nombre. Me sentí tan orgullosa.

—Hermanos míos —Mi voz silenció las suyas, todos se inclinaron—. Este es el comienzo de un largo camino, no será fácil. Para algunos sus pasos cesarán, para otros no, incluso podrían ser los míos. Sin embargo, quien sobreviva a esta lucha deberá recordar con orgullo, a quienes no lo hicieran, y será su absoluta obligación vivir en total libertad. Nunca más, un yoruba deberá vivir encerrado. Nadie debe sucumbir al yugo de estos seres, que falsamente, se llaman Dioses. Hoy renuncio a la creencia de un Dios, ellos son fuertes, sin duda, pero no por ello perfectos, no por ello Dioses. Para mí, son un ser más en esta existencia, y si se oponen a nuestra libertad, entonces, son mis enemigos. Pelearé con todo, defenderé a mi horda con todo, hasta con mi vida. Por eso, lo único que puedo pedirles, es lo que soy capaz de dar: por su libertad mi vida doy; por mi libertad su vida les pido. ¡Luchemos juntos!¡Ganemos juntos! Y si la muerte fuera nuestro destino, entonces, ¡mueran conmigo!

La Bruja del OlvidoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora