—     No eres mi padre Ethan. Estoy cansada de ser...—callé, era demasiado para hablar de aquel tema con un chico. — ¿De qué son las pizzas?

—     ¿Qué ibas a decir?

—     Nada.

Enarcó una ceja.

—     ¡Papá! ¿Qué hora es? —pregunté bajándome del asiento alejándome de él. Pero una intrusa mano me frenó justo a tiempo. —Por favor...

Supliqué.

—     Vamos, enana, solo lo conoces de unas semanas —él no era el indicado para hablar de una relación seria. —Esas cosas pasan cuando dos realmente se quieren.

Crucé mis brazos a la altura del pecho. Estaba sorprendida. ¿Ethan hablando de amor? No, era imposible.

Me reí por la estupidez que estaba soltando. Lo más raro de todo es que no me atacaba con estupideces, era más bien que me quería despertar del bonito sueño que estaba viviendo.

—     ¿Hola? —golpeé su cabeza con mi dedo—.Unas semanas lejos de aquí, y te han cambiado por completo. ¿Qué ha pasado con el Ethan sexy, morboso...que siempre se burlaba de mí por temas como estos?

—     Ese Ethan saldrá a la luz cuando tú seas consciente de lo rápido que está yendo con ese chico. ¿Estás segura de querer perder la virginidad con él?

No, no podía hablar con Ethan de esas cosas sin que mis mejillas se enrojecieran.

Una cosa estaba clara. No quería volver al instituto virgen.

—     Sí.

Bajó la cabeza mirando su mano sobre mi muslo, reteniéndome por si volvía a huir de su lado.

—     ¿Por qué me parece a mí que ya has pensando cuándo y dónde?

Y el muy maldito me conocía.

—     Deja de meterte en mi cabeza —dije entre dientes.

—     Es en el único sitio donde me puedo meter —seguía riéndose—.

—     ¿Cuánto tiempo tardaste tú para llevar a Effie a la cama?

—     Eso es diferente.

—     No —insistí. —Responde.

Ethan se tensó, no quería hablar de su novia.

—     Días.

—     ¿¡Días!? —asintió con la cabeza. —Oh...no sé qué decir.

—     Por eso quiero que tú te lo pienses —apretó más fuerte sus dedos, descargando una rabia que no entendía sobre mis pantalones. —Ni siquiera sabes besar.

Palidecí en ese momento.

—     ¿Qué has dicho? ¡No! Mejor dime como sabes eso —el silencio fue mi respuesta. —Recuerdas nuestro beso.

No era una pregunta, lo afirmé.

—     No...—quería cambiar de tema.

—     Por favor, dime que estabas borracho.

Mi corazón empezó a latir muy rápido.

Él había estado consciente todo ese tiempo. Me besó y no dijo nada. Buscó una discusión seguramente arrepentido por posar sus labios sobre los míos.

—     Bebí mucho, pero sí, fui consciente que te besé.

Ahora era yo quien no quería apartarse de su lado.

—     ¿Por qué? —calló. —Necesito saber por qué.

—     No lo sé —no me miraba a los ojos, buscaba cualquier otra cosa evitándome. —No lo sé, Freya, no lo sé —se repitió una y otra vez. Estábamos los dos nerviosos. — Besas como una novata.

Rompió el silencio con una broma mientras que cogía mi cabello con la punta de los dedos para subirlo por encima de la cabeza.

Yo seguía en shock, recordando esa noche. Él me besó a propósito. No era un sueño, o se confundió de chica. No, Ethan estaba consciente sabiendo a quien besaba.

Y eso significaba que a lo mejor tenía razón.

Besaba como una novata.

—     Byron —susurré.

—     ¿Qué pasa? —soltó mi cabello—. ¿Le has contado lo del...?

—     ¡No! —respiró tranquilo. —Creo que no le gusto.

Él alzó mi rostro por la barbilla cuando miré mis nerviosas manos.

—     A ese chico le encantas —no era creíble, su voz tembló como cuando mentía.

—     Tienes que enseñarme a besar. He visto lo nerviosa que se pone Effie cuando la besas —posé mis manos sobre las suyas. —Por favor, Ethan, me lo debes.

—     ¿Te has vuelto loca? —se levantó casi llevándose con él el taburete. —No.

—     ¿Por qué?

—     ¿¡Por qué!? ¿Has dicho "por qué"? —eso había dicho. —Volveré a negarme, ¿vale? Pero si lo vuelves a decir...no sé qué pasará.

Me dio la espalda. Casi podía sentir lo tenso que estaba, buscando a mi padre con la mirada. Toqué su hombro, y en un  susurró volví a pedírselo.

Quería gustarle a Byron (sobre todo conquistarlo con un beso que lo dejara sin palabras.

Ethan giró, con una sonrisa que congeló mi sangre.

Movió mi cuerpo con el suyo, dejándome arrinconada entre un muro que separaba la cocina de las habitaciones, y su movedizo cuerpo.

Sus dedos tocaron mis labios, y fue acercándose lentamente para responderme. Nerviosa tragué saliva. Él seguía poniéndome nerviosa incluso con un susurro.

—     ¿Estás segura? —asentí, ya que estaba tan cerca de mí. Su nariz acarició la mía propia, y su aliento golpeó sobre mis labios. —Llevo tiempo esperando esto —eso no podía ser, estaba delirando, seguro. —Con una condición.

—     ¿Qué condición?

—Te enseñaré en mi habitación, Freya —el timbre sonó, Byron había llegado—En mi habitación.

Su habitación. Su apartamento. Y sobre todo; estaríamos los dos solos.


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¡Mi vecino es stripper!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora