Capítulo 5.

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Lentamente se le hincharon los mofletes de la cara. Lo podía ver, en cualquier momento gritaría y mi vida se iría directamente al infierno. Si Ginger me daba miedo...nadie se podía imaginar el temor que sentiría en el momento que mi madre se enterara que una de mis "inquietas" manos toqueteó el pecho de la hija de su mejor amiga. Me quedaba con que mi padre me entendería perfectamente; nos echaríamos unas risas en el garaje, sacaría una cerveza de una pequeña nevera que guardaba en el rincón donde dejábamos las bicicletas, y justo en el momento en el que me atreviera a pedirle un trago, mi padre, esa persona que consideraba incluso como mi mejor amigo, impactaría su mano en mi cuello y me pediría amablemente y con esa sonrisa que solía mostrar cada vez que se sentía orgulloso de algo y que ni siquiera era capaz de comprenderlo.

Así que hablé lo más rápido posible.

— ¡Te ayudaré!

Leia se relajó en el sofá. No me había dado cuenta lo tensa que estaba hasta que arrastró el trasero hacia atrás y acomodó la espalda.

—No sé si creerte. Últimamente tus mentiras están llegando muy lejos, y todo el mundo se las cree —estaba al tanto de todo lo que me pasaba. — ¿Por qué no será diferente esta vez?

Fácil.

Quería seguir conservando lo que tenía entre las piernas.

Entrelacé los dedos detrás de la nuca y la miré de reojo, con una amplia sonrisa. Ella siguió golpeando los dedos sobre sus muslos, como si hubiera cometido un error y ya no había vuelta atrás.

—Te conseguiré una cita con Collins, pero tú a cambio le dirás a mi madre que pasaremos las tardes estudiando fuera de casa porque necesitas un tutor como yo —bajé los brazos y moví la mano quitándole importancia a la excusa que me había venido a la cabeza. —Lo que quieras. Lo único que te pido es que digas que pasamos tiempo juntos. Como una familia.

— ¿Me estás pidiendo que mienta para tú irte a la casa de esas pobres chicas?

¿Pobres? «Oh, vamos, a ellas les encanta.»

Yo era como su reto personal; ¿Quién se acostaría antes con Nicholas Evans?

—Sí.

—¿A cambio de una cita? —preguntó.

—Exacto.

Ladeó la cabeza.

—No lo veo.

Era más difícil de lo que pensaba.

Recogió su cabello entre sus manos y miró el televisor que se encontraba apagado después de un intenso maratón de dibujos animados. Al parecer a Leia le gustaba Collins más de lo que yo podía imaginar. Era comprensible que dudara de mí, cuando lo que más deseaba era poder estar con el capullo que la ignoraba constantemente por los pasillos del instituto.

—Confía en mí, Leia —no sé porque posé mi mano sobre la suya, pero la quité todavía más rápido que cuando toqué su teta. —Hablaré con Collins y conseguiré una cita. ¿Contenta?

Se levantó rápidamente del sofá dando un brinco, y al avanzar un par de pasos se torció el tobillo pero alzó las manos dándome a entender que se encontraba bien.

— ¡Quiero resultados, Nico!

Estiré los labios.

Me había llamado «Nico» y era de esas pocas veces que sonaba bien mi nombre.





—Collins—pasé por delante de sus amigos. Rápidamente, al verme allí parado con la bolsa de deporte me miró por encima del hombro.

— ¿Qué quieres, Evans?

Tenía que conseguir esa cita como fuera.

— ¿Tienes novia? —si Collins salía con una chica...teníamos un gran problema.

El jugador cerró la taquilla, y apartó a dos de los que estaban delante de él cubriéndole las espaldas. Alzó una ceja, y golpeó mi pecho con su puño obligándome a que retrocediera mis pasos.

—Cuidado, Nick, a mí no me gustan los tíos —empezaron a reír sin parar. —Lo siento, amigo.

« ¿Gay? ¿Pensaba que era gay?»

Lo peor de todo es que parecía una buena excusa para utilizar cada vez que quería librarme de alguna chica.

—Te recuerdo que quien se queda encerrado en las duchas con sus amigos eres tú —me crucé de brazos. —Tranquilos, bestias, vuestro secreto estará a salvo.

Llegó a molestarle que le devolviera la misma broma, ya que sus puños se aferraron al polo que llevaba esa mañana para ir a clase. Empujó mi cuerpo hasta golpear mi espalda en las taquillas, y con las mandíbulas apretadas me plantó cara.

— ¿Qué quieres?

—Tienes que salir con una chica. Un par de horas.

La idea le gustó.

—¿Con quién?

—Leia Ross.

Sacudió la cabeza rápidamente.

—Quince años, torpe, y una friki de los cómics — ¿esas eran sus excusas? —Ni hablar.

Alguien me arrebató el título del capullo del año.

—Deberías informarte un poco sobre su familia. Tal vez cambies de idea —le aconsejé.

Conseguí apartarme de su lado, y cuando estuve a unos metros bien lejos de ese grupito que no dejaba de observar cada paso que daba, algo me detuvo. Bueno, un comentario por su parte consiguió mi atención.

—Doscientos. Págame doscientos y saldré con ella.

¿Pagar por una cita?

¿En qué lío me había metido?



¡Mi vecino es stripper!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora