Veinticuatro.

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Briseida dudó antes de seguirlo

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Briseida dudó antes de seguirlo. Cruzó la puerta con el resto del grupo siguiéndole el paso. Se encontró con otro grupo de personas reunidas al pie de los árboles, a metros del lugar donde hallaron a Isla.

Con el corazón en el boca, se abrió pasó entre la gente sin mucho problema debido a que un pasillo se formó para que pudiera acercarse.

Se detuvo.

Ante ella se hallaba el cuerpo de Seymour, con la mirada vacía, y ladeado hacia el costado. Sus piernas temblaron pero luchó por mantenerse de pie.

—¿Quién lo encontró? —Oyó preguntar a Eira detrás de ella.

Briseida no logró quitar los ojos de Seymour. Su rostro blanco, la sangre seca. Un corte en la garganta. ¿Cuándo tiempo había pasado desde que lo habían asesinado?

Sintió una mano apoyarse en su brazo de forma disimulada. Bellamy se colocó a su lado, sin acercarse demasiado.

—¿Lo conoces? —preguntó, mirándola.

—Era mi gente —replicó sin levantar la mirada—. ¿Quién lo encontró? —cuestionó, alejándose de Bellamy al dar un paso hacia el costado para lograr tener una mejor vista de todos los presentes.

—Hermia —respondió Talon. Se lo notaba bastante perturbado ante la escena—. No está aquí ahora. No puedo culparla. Está recuperándose de un shock —explicó.

Briseida sacudió la cabeza, sin comprender qué era lo que estaba pasando. ¿Cómo era posible que dos cuerpos de su gente hubieran aparecido muertos de una mañana a la otra? ¿Cómo era posible que Seymour estuviera muerto? ¿Quién tenía la Llama, entonces? ¿Dónde se había metido? Emprendió esta misión sabiendo qué era lo que buscaba y cuál era su objetivo final pero ahora todo había cambiado. Con Seymour muerto, caía en la cuenta de que la amenaza era mucho más grande de lo que creía.

—Sáquenlo de aquí —Oyó a Eira ordenar a lo lejos.

Volvió al presente al tiempo que Milo y Vienna se adelantaban con la intención de llevarse el cuerpo de Seymour.

Nou —ordenó en voz baja. Ambos se detuvieron. Las miradas expectantes en ella, incluso la de Bellamy, a quien también se lo veía preocupado—. Lo enterraremos —continuó—. A ambos —añadió ante las miradas confundidas de sus guerreros.

—Briseida —llamó Eira, colocándose ante ella. Briseida apenas la miró, sin fuerzas para seguir discutiendo. Sabía qué era lo que estaba a punto de decirle—, ai gaf chich yu —susurró.

Pestañeó, luchando por detener una sonrisa hipócrita que quería asomarse.

—Preparen todo para el entierro —ordenó, mirando a Vienna y Milo, quienes asintieron.

Eira pasó por su lado como si no quisiera ser testigo de lo que sucedía y Briseida estuvo a punto de seguirla al tiempo que el grupo de curiosos se desarmaba, algunos para ayudar y otros porque el show había acabado, pero Bellamy la tomó del brazo.

Atlas II | Bellamy BlakeWo Geschichten leben. Entdecke jetzt