Veintiuno.

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Arrojó la espada a un lado con un ruido que sonó a lo largo del río cuando el metal chocó con las rocas

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Arrojó la espada a un lado con un ruido que sonó a lo largo del río cuando el metal chocó con las rocas. Sus piernas fallaron, dejándola caer frente a la fría y oscura agua. Sus manos temblaron cuando las ahogó en el agua, desesperada por quitar cualquier rastro de sangre que no fuera la suya. Se detuvo, captando el reflejo que la miraba debajo. Apenas se reconoció. No por la poca luz de la noche ni porque su mente apenas trabajaba con lucidez debido al cansancio, sino porque debajo de las machas de sangre en su rostro, cabello y ropa, no podía creer que aún se encontraba Briseida.

No era la primera vez que peleaba ni mucho menos la que asesinaba. A lo largo del todo el camino con Oskru, se encontraron con varios Clanes fuera de los trece que no tenían mejor idea que intentar quitarlos del camino marcando el principio de una batalla. Pero esta era la primera vez que sentía cómo se perdía lentamente en los trazos rojizos.

Sacudió la cabeza, volviendo a su trabajo de limpiar sus manos, pero la sangre se había secado tanto en el camino de vuelta que estaba costándole trabajo revelar su piel bronceada.

Se detuvo, pasando el dorso de la mano por su nariz cuando lágrimas amenazaron sus ojos. Estaba siendo débil pero no podía evitarlo, era como si hubiera abierto una puerta al pasado que solo traía todo lo que había aprendido a soltar.

Oyó pasos detrás de ella mas, no se movió; sabía de quién se trataba. Giró la cabeza cuando lo sintió sentarse a su lado. Desde que dejaron la aldea terrestre no se había animado a enfrentar su reacción y ahora era aún más imposible. Sin embargo, sintió cómo Bellamy tomaba una de sus manos con delicadeza y Briseida bajó la mirada sorprendida por su gesto.

Soltó una risita ahoga en lágrimas y sacudió la cabeza.

—No tienes por qué estar aquí, Bellamy —susurró, apenas levantando la cabeza para observarlo.

Bellamy no devolvió su mirada, sino que acercó las manos de Briseida al río y comenzó a quitarle la sangre de una forma paciente y delicada. Abrió la boca para repetirle que no era necesario, pero no podía evitar sentirse segura a su lado y a la vez atónita. Aún después de lo que había presenciado, seguía junto a ella. No solo vio cómo asesinaba a sangre fría a tres de sus enemigos, sino también días atrás fue testigo de cómo acababa con la vida de una persona de su propio Clan.

—¿Por qué sigues aquí, Bellamy? —preguntó en un hilo de voz incapaz de seguir ocultando las palabras que quemaban en su pecho.

Bellamy la miró por primera vez, su mirada suave como si no creyera que la persona frente a sus ojos tuviera maldad alguna. En lugar de responder, volvió a mojar una de sus manos y la llevó al rostro de Briseida, comenzando a quitar la sangre de allí. Se detuvo, bajando la mano. El agua fría aún recorriendo parte del rostro de Briseida, aunque no tiritó porque estaba concentrada en lo que Bellamy tenía para decir.

—Por la misma razón que tú intentaste impedir mi encierro —replicó en el mismo tono de voz, dejando que cada palabra se hundiera en lo más profundo de Briseida.

Atlas II | Bellamy BlakeOpowieści tętniące życiem. Odkryj je teraz