Carta 7. Elizabeth

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Carta 7. Elizabeth.

Han pasado cinco días desde mi peculiar cita con George Whittemore, y desde ese entonces no volví a intercambiar más que un par de palabras con él debido a que me encontraba demasiado avergonzada como para actuar normal a su alrededor. Por que sí, soy esa clase de persona que, si ve a alguien con quien salió, corre para otro lado. No me juzguen.

De cualquier manera, algo difícil de sostener fue mi contacto con Will Davies, a quien veo básicamente todos los días debido a que Margot decidió que es buena idea que me dedique exclusivamente a asistir a Davies durante sus días restantes en Boston, y he de admitir que no tolero estar a su lado. El escritor parece carecer de aquella pequeña vocecita que nos dice que no debemos decir o hacer tal cosa porque podemos herir al otro, y eventualmente salen de su boca los comentarios más hirientes y despectivos, los cuales parecen estar focalizados en mi persona o en George.

Muy conveniente.

No obstante, una de las conversaciones más interesantes con William —porque últimamente tenemos conversaciones completas, aunque la mitad del tiempo nos la pasamos peleando o discerniendo— ocurrió el día de ayer, mientras viajábamos en el automóvil rumbo a la tan-anticipada firma de libros de «El faro de Winchester».

"Veo que tienes al chico bastante interesado" me comentó de pasada, sin mirarme directamente a los ojos, sino que mantenía su vista fija en la ventana.

Le dirigí una mirada curiosa, sin comprender del todo a qué se refería, pero él no me la devolvió.

"¿Han sido siempre tan cercanos, o comenzó en la cena de la editorial?"

George, desde luego. Se refería a George.

"Probablemente piense que soy lo suficientemente guapa para atraer su atención" le respondí, tratando de soñar lo más dura posible y hacerle saber que lo recuerdo, pero él, en cambio, me dirigió una sonrisa. Si, me sonrió.

Una sonrisa bastante bonita, mostrando una hilera completa de dientes perfectos. Es como si todo en él fuese atractivo, menos su personalidad.

"Me has hecho una observación muy inteligente sobre mi último libro" continuó, ignorando mi comentario y trayendo a colación la pequeña charla que tuvimos sobre «El Faro» mediante la cena en The Abbey, la cual provocó que me vuelva la comidilla de la semana en la oficina. De hecho, incluso podría decirse que repentinamente me he convertido en una figura social de la que todos están hablando, estancada en el medio de una riña que ni siquiera comprendo del todo.

"Es más, eres la primer persona en decirme lo que piensa al respecto" continuó, cuando no obtuvo otra respuesta más que mi silencio.

"¿Debería agradecerte o algo por el estilo?" inferí, y él rió sonoramente.

"Quiero asegurarme de que no te den por sentada, Lauren."

No supe realmente qué decir al respecto, por lo que me limité a asentir con la cabeza y darle vueltas en mi cabeza sin parar durante el resto del día, el cual transcurrió lenta y tortuosamente entre un desfile de personas —de todos los tamaños, edades y sexos— haciendo fila en «The Boston Warehouse» solamente para obtener una firma en su libro del célebre escritor inglés responsable de la escritura intelectual del momento.

Estoy segura de que más de la mitad apenas si lo conocen, y solamente fueron porque es un joven de bonita apariencia o porque es reconocido, lo que no me sorprendería del todo. De cualquier manera, después de una mañana tan agotadora y tanto tiempo escuchando el bullicio producto del evento, me dolía la cabeza de manera intolerable, así que no puedo explicar lo contenta que me puse cuando William firmó el último libro y nos pudimos marchar de allí.

Ya me imaginaba llegando a casa, dándome un baño de burbujas de una hora con mi mascarilla facial coreana mientras escuchaba todo el repertorio de Ed Sheeran, así que si, se puede decir que estaba feliz.

Tanto así, que decidí hablarle.

"¿Qué harás esta noche?" le dije sonriente, una vez que la pastilla para el dolor de cabeza hizo efecto y volvía a sentirme como una revoloteante mariposa en un prado. Will me observó con sorpresa, expresión que no pudo borrar de su rostro aunque lo intentase.

"Escribir" respondió rápidamente, casi sin pensarlo. "He estado cambiando algunas cosas de mi manuscrito original de mi nueva novela, y necesito reescribir muchas partes de él. Digamos que este ha sido un viaje esclarecedor, en más de un sentido."

Elevé una ceja, preguntándome a qué se refería, pero sin querer pecar de curiosa, motivo por el cual no dije absolutamente nada al respecto.

"¿Y tú?" preguntó, mirándome directamente a los ojos. Su mirada avellana parecía mirar directamente a mi alma, y me encontré preguntándome cómo es eso posible mientras que mi cuerpo se estremecía contra mi voluntad.

¿Cómo? ¿Cómo es posible?

Pensándolo ahora, estoy segura de que Jenna diría algo como "tensión sexual sin resolver", pero no. Ni en sueños.

"Er... aún no lo sé" respondí embobada, ya que él no ha roto la conexión entre nuestras miradas y, por alguna razón desconocida, yo tampoco quiero hacerlo.

Pero lo próximo que dijo me trajo a la realidad. Rápidamente, como si me hubiese golpeado un rayo o algo por el estilo.

"Hay algo en ti que me recuerda a Elizabeth." Lo dijo casi en un susurro, y pude notar que se arrepintió de ello de inmediato, porque guardó silencio y no volvió a decir palabra alguna el resto del viaje, lo que provocó que sea un paseo largo e incómodo, del que me vi más que encantada de bajar cuanto me fue posible.

Ahora, escribiendo esto, lo comprendo mejor y me encoleriza por completo que haya dicho eso. «Elizabeth» es aquél el libro de la discordia que Davies le robó a George sin ningún pudor, sin remordimiento de no haberle créditos, sin vergüenza.

Vaya coraje de su parte referirse a mi persona de tal manera.

Por mi parte, me rehúso a seguir siendo una mera pieza en este eterno juego de ajedrez que parece tenerme a mí como otro peón más, por lo que te prometo, querido remitente, que llegaré al fondo de esto.

Con amor,

Lauren Woods.

Buscando Al Sr. Darcy (COMPLETA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora