VII

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Esa misma noche, José y Ramiro volvieron a encontrarse a escondidas. En silencio, revisaron hasta el rincón más alejado del salón, lograron encontrar al menos veinte micrófonos, dos microcámaras y un objeto que nunca habían visto antes. Era una especie de tecla con una luz roja en su interior, del tamaño de una moneda. Apenas era visible a los ojos. 

Lo examinaron hasta el cansancio, no tenían idea de lo que pudiera hacer esa cosa, pero tenían tantas ganas de averiguarlo, que decidieron apretar el botón. La luz emitió una luz amarilla intermitente, hasta que finalmente se puso de color verde.

Al principio, nada pasó. ¿Era un juguete acaso? Quizás era alguna pieza de algún muñeco de un niño, o de alguna máquina eléctrica. Quizás esa pieza era lo que había hecho que los aparatos electrónicos fallaran. Estaban dándose por vencidos cuando una vibración captó su atención.

Provenía del sótano, así que bajaron corriendo los escalones y divisaron una gran puerta de aluminio que no estaba allí antes.

—José, por favor, dígame que no estoy soñando y que estamos frente a una puerta, porque sinceramente no lo creo.

—Sabio, no está soñando, yo estoy viendo lo mismo que usted.

Un escalofrío recorrió su espina dorsal y se secó las manos con los pantalones antes de tirar de la manija de la puerta, pero esta se encontraba cerrada. Frunció el ceño, ¿era una especie de broma? ¿Cómo podía aparecer una puerta de la nada y que se encontrara con traba puesta? El viejo resopló e intentó abrir, pero tampoco logró moverla.

Volvieron a mirar el pequeño aparato y encontrar un interruptor tan pequeño que si no se hubieran puesto los lentes no lo hubieran visto. Sus dedos eran demasiado grandes para apretarlo, así que José fue en busca de algún alambre que lograra hacer presión sobre esa tecla tan minúscula.

Al cabo de unos minutos volvió con una aguja en la mano, eso iba a servir. Ramiro intentó apretar el interruptor, pero sus manos temblaban tanto a causa de la ansiedad que tuvo que intentar varias veces antes de que diera en el centro.

La puerta comenzó a vibrar con más insistencia y un chillido horrible sonó de ella mientras se movía hacia un costado con lentitud, provocando que taparan sus oídos con una mueca de disgusto. Tardó por lo menos cinco minutos en terminar de abrirse, se notaba que era pesada y que, a su vez, tenía tiempo sin usarse.

Se miraron con duda antes de avanzar. Ambos sentían el corazón desbocado, no tenían idea de lo que podían encontrarse allí dentro. Para colmo, estaba todo tan oscuro que no podían divisar absolutamente nada. Por suerte, Ramiro tenía un foco de luz en sus lentes y lo encendió sin dudar.

En cuanto atravesaron la puerta, un frío insoportable recorrió sus cuerpos y la puerta se cerró tras ellos con velocidad. Estaban encerrados.

Miraron a su alrededor, completamente atónitos con su descubrimiento.


Interferencia 3.0Where stories live. Discover now