III

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La transmisión se cortó abruptamente, dejando a los hombres completamente confundidos. Luego de tanto ruido, el silencio era ensordecedor, seguían sin entender qué estaba pasando.

Ninguna máquina más emitió ni un tipo de ruido, ni siquiera el ventiturbo que mantenía la temperatura agradable del lugar.

Los líderes recorrieron el búnker por completo, en busca de alguna señal electrónica, pero no hallaron nada. ¿Acaso se había ido la electricidad? ¿Por qué dejaron de funcionar los aparatos?

—¡Familias, vamos a reunirnos en el salón principal! ¡Convocatoria de emergencia! —gritó el sabio mayor para avisar a la comunidad.

En menos de cinco minutos, las personas estaban reunidas ordenadamente en el centro del lugar. Nadie murmuraba, todos esperaban con expectación la noticia que sus jefes les iban a transmitir, rogando que sea algo bueno.

—Bueno... —comenzó el hombre que convocó a la asamblea—. Como bien saben, nos metieron acá y nos abandonaron por completo, sin ningún tipo de explicación ni noticias de lo que pasa afuera, por lo tanto, estamos perdidos con la situación que se nos acaba de presentar. —Tomó aire para darse fuerzas—. Dejaron de funcionar absolutamente todas las máquinas del recinto. No hay electricidad, más allá de que las luces andan, pero las heladeras térmicas, los ventiturbo y todo lo que pudiera mantener las cosas en una cierta temperatura... Ya no anda.

Un murmullo se expandió por todo el lugar y los hombres levantaron sus manos para pedir silencio.

—Decidimos que vamos a hacer lo siguiente —prosiguió el sabio menor—. Intentaremos usar las reservas de comida que se vayan descongelando, así no se echan a perder. Cambiaremos nuestra vestimenta por algo más fresco, para no sufrir el calor provocado por falta de ventilación. Mientras tanto, veremos si podemos arreglar la corriente y vamos a intentar comunicarnos con el exterior. Merecemos una explicación. ¿Están de acuerdo?

—¡Sí, sabio! —respondieron las familias al unísono.

—Se da por terminada la reunión.

Las personas volvieron a disiparse y se metieron en sus cubículos, aún shockeados por la noticia tan desagradable. ¿Que las máquinas no funcionaban? ¿Que se iba a echar a perder la comida? Eso no era nada bueno, en absoluto.

El sabio del medio, Ramiro, se sentó en el suelo con pesadez y un suspiro. Estaba completamente exhausto con la situación. Cerró los ojos, buscando alguna solución en su interior, pero nada lo convenció puesto que ninguna solución era rentable, lo único que se le ocurría era tirar la puerta del lugar abajo y salir a ver qué estaba pasando. Exigir respuestas, moler a golpes al presidente y a quien los puso allí a la fuerza.

—¿Rama? ¿Estás bien? —preguntó su mujer acercándose a él. No obtuvo respuesta alguna y resopló impaciente. ¿Por qué ese hombre era tan silencioso? ¿Qué pasaba por su mente?

El hombre abrió los ojos de golpe, miró a su esposa con una sonrisa torcida y asintió lentamente con la cabeza.

—Tuve un presagio —anunció, levantándose de un salto—. Se lo diré a los sabios.

Y se alejó con velocidad.

Interferencia 3.0Donde viven las historias. Descúbrelo ahora