Amigas

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 Las oficinas de Coins & Gold, la empresa encargada de gestionar el botín de los ladrones de monedas tiene sede en el número treinta y uno de la cincuenta y cuatro.

-¿Un bloque de pisos?- Se dice Nadia mirando la fachada del edificio de ladrillos oscuros. Que al igual que la casa de enfrente, tiene ventanas triples y las escaleras de incendio de color rojo por fuera.

No hay ningún cartel o placa que indique que Coins & Gold esté afincada en alguno de sus seis pisos de altura. Pero Nadia se ciñe a la dirección que le han dado desde el ayuntamiento. Entra en el hall, le muestra la placa al portero y lo interroga sobre el inquilino del quinto primera.

-No sé  de qué me habla.- Responde el tipo.

El portero es un señor mayor, medio calvo y con claros síntomas de parkinson. El hombre se pone las gafas, unas grandes gafas de pasta, y busca la copia de las llaves del quinto primera.

-Gracias.- Responde ella quitándoselas de las manos.

La detective sube por el ascensor metálico, está sucio y los vecinos se dedican a insultarse con pintadas.

"Tengo una recortada para mearme en el pobre desgraciado que escucha reggaeton a las tres de la mañana."

"Entonces tu mujer estará muy necesitada."

-Equis de, equis de, equis de.- Termina de leer Nadia.- ¿Qué coño es eso? Esta gente está loca.

Nadia sale del ascensor y saca su pistola. En la puerta no hay nada que indique que ahí estén las oficinas de Coins & Gold. La chica llama a la puerta sin bajar su arma. Al ver que no se oye nada saca las llaves del piso y abre la puerta.

Nada. No hay absolutamente nada. El piso está completamente vacío. No hay muebles, ni siquiera hay bombillas. Todas las habitaciones está vacías. Nadia enfunda su arma. Si algo ha quedado claro, es que Coins & Gold no existe físicamente. 

"¿Dónde coño está el dinero?" Se pregunta volviendo al coche.

De mientras, en las oficinas del fiscal del distrito, Jennifer está contenta, está muy orgullosa de su trabajo. Como su compañera no está, puede trabajar a su ritmo en cosas más tranquilas. El visto bueno para encausar a un maltratador, una reunión con dos detectives que investigan un suicidio,... Una mañana provechosa.

Ahora mismo, en su afán por atar todos los cabos sueltos, intenta buscar el origen del cargamento de armas. La chica se recoge su pelo rubio por detrás de la oreja izquierda y suspira frente a la pantalla del ordenador.

-¿Un día duro?- Pregunta Nadia cogiéndola desprevenida.

La abogada gira el asiento de su silla.

-Oh, Nadia, no sabíamos si vendrías. Como te dieron unos días libres...

-Sí, pero me aburría estar en casa tumbada. ¿Te vienes a comer?

-¡Claro!

La abogada se levanta de la silla y coge su abrigo.

-¿A dónde vamos?- Pregunta la rubia.

-Podemos ir a la hamburguesería... o a la pizzería que hay al lado del Hospital Jamaica.

-Vale.

Por primera vez en mucho tiempo Nadia ofrece una conversación amigable. Incluso se permite el lujo de sonreír de vez en cuando. Jennifer, que creía que habían empezado su relación con el pie izquierdo, intenta mostrarse cercana comentando cosas de su vida. La detective asiente con frivolidad, habla del tiempo, las noticias, el trabajo,... todo lo que considera insustancial.

Las chicas entran finalmente en la hamburguesería. Hacen cola, piden, recogen sus bandejas y se sientan en una mesa junto a una de las ventanas.

Nadia sonríe antes de sorber de la pajita de su refresco.

-Así que estudiaste en el Saint Demetrios,- le dice a Jennifer- debiste hacer muchos amigos.

-Como todo el mundo.

-Claro.- Afirma Nadia dejando el refresco.

La detective mete la mano en el bolsillo interno de su chaqueta y saca la foto de cuando era adolescente. La que siempre lleva encima, esa en donde sale ella de adolescente junto a su grupito de amigos.

-Mira,- dice Nadia dándole la foto- esta soy yo cuando tenía quince años.- Se señala.

-Ja, ja,- ríe- vaya cara de pilla.

-Sí.

Mientras la rubia curiosea la fotografía con sus ojos azules, Nadia parece buscar algo más dentro de su chaqueta.

-Parecíais muy unidos.- Comenta Jennifer.- Hay que ver cómo cambian las cosas.- Añade dejando la foto sobre la mesa antes de coger una patata frita.

-¿Sabes?- Pregunta Nadia empezando a cambiar el tono y a ponerse seria.- Yo también estudié en el St. Demetrios.

-V-vaya,- responde la rubia mordiendo la patata- qué casualidad, ¿no? No debimos coincidir en la misma clase entonces, sino me acordaría de ti.- Sonríe.

-¿No te suena ninguno de mis amigos? Estudiaron todos conmigo en el St. Demetrios.

-No.- Contesta ella cogiendo de nuevo la foto.- La verdad es que no me suena ninguno.

-¿Ni siquiera la chica del pelo castaño?, la que está sentada- le indica- abajo, a la izquierda.

-Pues no,- responde con naturalidad- no me suena de nada. ¿Quién es?

-Es Jennifer Heat,- la sorprende- y murió hace cuatro años por sobredosis.

Antes de que la falsa Jennifer pueda reaccionar, Nadia le golpea por debajo de la mesa en una de las rodillas con el silenciador de su pistola.

-Se acabó el juego.- Sentencia Nadia.- ¿Quién eres tú y qué has venido a hacer aquí?

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⏰ Última actualización: Aug 13, 2014 ⏰

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Traidores y renegadosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora