Jardinero oscuro.

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--Adrien, por favor, ten cuidado. ¡Voy a buscar ayuda!

El chico apenas puede asentir, concentrado en esquivar las ramas que lo acosan, e ir cortándolas con su sable. «Ojalá estuviera más afilado», piensa, agobiado. «No puedo dejar a Alya a su merced para huir y transformarme, espero que Milady llegue pronto para intentar escabullirme y regresar como Chat».

Mientras tanto, Alya grita, patalea y lucha tratando de zafarse de los tallos que la aprisionan.

--¡Suéltame, maldita sea! ¿Estás loco o qué, Cedric?
--Yo no soy Cedric, soy el jardinero oscuro. Acabaré con vosotros como quien aplasta una plaga molesta, y luego iré a por mi pequeña y preciosa Marinette.
--¡Por encima de nuestros cadáveres!
--Sí. Ese es el plan.

Adrien, aprovechando la distracción, se esfuerza en golpear los tallos que aprisionan a la chica. Pero cada vez que consigue destruir alguno parecen surgir dos más. El jardinero mueve sus manos como un siniestro director de orquesta, haciendo que los zarcillos y las gruesas ramas sembradas de afiladas espinas bailen al son de su melodía imaginaria. El golpe certero de un tallo hace volar el sable del esgrimista; una rama espinosa atrapa sus tobillos y lo lanza contra una de las columnas de la sala. Adrien cierra los ojos, anticipando el golpe; pero un fino hilo lo sujeta por la cintura para apartarlo del peligro.

--¿Estás bien? --unos ojos azules destellan con preocupación, y él asiente, como hipnotizado.
--¡Ladybug! --grita Alya, aliviada, al ver que la heroína se apresura a ayudarla.
--¡Alya! Aguanta, te sacaré de ahí.
--Vaya... ¿Qué hace este insecto sobre mis rosales? Tendré que acabar contigo; no quiero bichos en mi jardín.

El malvado jardinero y Ladybug pelean sin tregua, golpe a golpe, rama contra yo-yo. Ella se esfuerza en contener los ataques y en mantener a sus amigos a salvo, pero el vestíbulo se va llenando de verde poco a poco. Adrien farfulla, frustrado, cada vez que logra liberarse y no puede dar ni un paso sin verse atrapado otra vez.

--Tenemos que distraerlo, o enfadarlo para que cometa algún error --susurra a Ladybug cuando ella se acerca para devolverle su sable. Ella asiente y le guiña un ojo, haciendo que su corazón se acelere todavía más.

--Y bien, jardinero, ¿cuál es el problema? ¿A qué viene tanta ira? ¿Te has pinchado el dedo con un rosal? --empieza la heroína.
--Mi amiga Marinette ha rechazado la rosa que pretendía regalarle. Pero te aseguro que esa pobre rosa no tuvo la culpa de nada... --aclara Alya, burlona.
--Vaya, vaya... ¿todo esto por una chica?
--Aunque sea una chica preciosa --aporta Adrien, con voz inocente--. Y tan dulce... Entiendo que te moleste pensar que jamás la vas a tener.

El jardinero grita, temblando de ira, y sus ataques arrecian.

--¡Cállate, maldito seas!

Adrien salta de un lado para otro, defendiéndose como puede de su ferocidad. Ladybug también tiene que emplearse a fondo para evitar que los zarcillos castiguen la osadía del chico a latigazos: la ira parece espolearlos, multiplicando su fuerza.

--¿Dónde estará ese maldito gato negro? --reniega en voz baja.
--Ey, a lo mejor él también tiene sus propios problemas --contesta Adrien desde el suelo, quizás con una pizca más de vehemencia de la que pretendía.
--Espero que no tarde...
--¡Y yo! --patalea, intentando liberarse.

Ladybug, viendo que enfadar al akuma no hace más que empeorar la situación, y que no están obteniendo ninguna ventaja a cambio, opta entonces por tratar de apaciguarlo.

--Oye, estoy segura de que esa chica no pretendía hacerte sentir mal... Si te tranquilizas, seguro que podemos solucionar todo esto.
--Todos perdimos un poco los nervios. Hablaré con ella, ¿vale? --asegura Alya, conciliadora--. Lo entenderá; ya sabes que tiene un gran corazón.
--Es cierto --la apoya Adrien--. Ella siempre se preocupa por los demás. Recuerda que fue la primera en acercarse a ti cuando llegaste...
--Pero hoy me ha humillado. Y ella --señala a Alya-- también. En cuanto a ti...
--Entiendo cómo te sientes --continúa Adrien, incorporándose despacio al ver que las ramas aflojan ligeramente su presión--. Es duro sentirse rechazado, y Marinette es... especial; pero no nos queda otra que aceptar que ninguna chica tiene la obligación de querernos --suspira, mirando de reojo a Ladybug--. Solo hay que tener paciencia, y seguir buscando la oportunidad.
--No me hagas reír, Agreste; ¿qué sabrá de rechazos un chico como tú? Estoy seguro de que Marinette...
--¡Jardinero! --interrumpe Alya, apurada, antes de que aquel imbécil revele el secreto de su amiga--. Yo... lo siento. Siento haberme enfadado tanto contigo.

PersuasiónWhere stories live. Discover now