Manuscrito.

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-¿Estás demente? No podemos permitir algo así, ¡Es un peligro para la sociedad!

El doctor Lumier Rousseau, director del St. Gabriel estaba molesto. Entrado en los sesentas, carente de cabello excepto en sus abundantes cejas, la buena vida lo había hecho subir más kilos de lo que su cuerpo debería soportar; con las extremidades algo regordetas cubiertas bajo la bata blanca, tenía los brazos cruzados sentado detrás de su escritorio, sus ojos negros fijos en el padre Amantini.

-Me hago responsable de ella, necesito que esté en un lugar más cómodo para poder ayudarle -explicó Amantini. Luego de lo sucedido en el cuarto de Isabella, los guardias volvieron a amarrarla y escoltaron a los visitantes a la oficina del director del hospital.

-Imposible, aquí tiene todo lo que alguien con su estado mental necesita, no dejaré a una asesina suelta por la ciudad -negó Lumier.

-Sabemos que es difícil de entender, pero es más complicado que un problema mental, aquí ella no mejorará -comentó Lorreine, se había recuperado rápido de los temblores, ahora su única preocupación estaba en la joven atormentada por los demonios -Necesitamos llevarla con nosotros.

La negociación sobre qué era mejor para la sociedad y para Isabella duró un par de horas, Lumier se negaba a seder ante el descabellado pedido. El sonido del teléfono interrumpió la discusión, cuando el director atendió la llamada, su rostro se desencajó.

-Para usted padre -dijo Lumier molesto bajando el teléfono para escribir furiosamente en el teclado del computador.

Curioso, Amantini se acercó al escritorio y tomó el tubo.

-Habla Amantini -saludó, del otro lado una a voz calmada respondió, sonaba como si estuviera sonriendo, impartiendo calma.

-Supe lo que ocurrió con Isabella, pero las cámaras no lograron captar bien lo que ocurrió -comentó el hombre.

-Su Santidad, entiendo que suene alocado pero sé lo que vi, el doctor Foster y la señora Warren también lo presenciaron -dijo Amantini serio -Solicito el permiso para llevarla a una casa segura, para poder investigar mejor lo que ocurre, tomo toda la responsabilidad.

El silencio al otro lado de la linea duró un momento, el Santo Pontífice era un hombre de gran corazón y muy comprensivo, tenía fé en que él entendería.

-Vemos lo que queremos ver, pero el hecho de que no veamos lo que hay ante nosotros, no significa que no esté ahí -respondió él -Tu fé y el amor a tu familia son fuertes, que la paz esté con ustedes.

La comunicación se cortó, le había dado el voto de confianza, Amantini no lo podía creer, cuando su mirada se dirigió a Lumier, esté lo observaba con furia.

-Ya tienes lo que querías, su Santidad ordenó la liberación de Isabella, puedes llevartela -comentó Lumier, entregando unos papel que había firmado durante la llamada, la alta médica de la joven.

-Se lo agaradezco -dijo Amantini tomando los documentos, para dirigirse a la puerta junto con sus acompañantes.

-Ella sólo está loca, volverá a matar y será culpa suya, padre -reprochó Lumier -Si por mi fuera, le dejaría un cuchillo para que reabra sus venas y termine de una vez.

Amantini cerró la puerta, las palabras le dolieron, personas como Lumier ya no tenían fé en la salvación, para ellos era más fácil eliminar a los débiles o los estorbos. El día que trasladaron a Isabella al St. Gabriel, el director había dejado claro su negativa a tratarla, pero como el pedido vino de la Santa Sede no pudo negarse.

El padre presentó los documentos en la recepción, firmó una pila de papeles para poder llevarse a su sobrina, mientras Foster fue a traer el auto.

Reencarnación (PAUSADO)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora