Cuentas que pagar.

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Estaba hecho una furia, eso era cierto y todos a su al rededor se hacían a un lado nada más notarlo. Pues, no querían estar en el camino de un alfa que desprendía el aroma del dolor, la traición y el despecho de una manera tan abrumadora como lo hacia Yuno Vengeance en ese preciso instante.

Todos, absolutamente todos los que por alguna u otra razón se encontraban en aquellos pasillos en ese momento, decidieron abrirle paso al alto, hasta que éste se encontrara de frente con la persona a la que buscaba con tanta insistencia y odio en la mirada. Pronto, al descubrir de quien se trataba todos se reunieron a una distancia prudente; listos para presenciar la rabia de dos grandes alfas de alto rango al estar luchando por aquel omega del que prácticamente toda la universidad tenía conocimiento.

El azabache no esperó siquiera a que su adversario procesara lo que estaba sucediendo; pues, tan pronto lo tuvo lo suficientemente cerca se lanzó sobre él, golpeando en repetidas ocasiones su ya mancillado rostro, debido a la pelea que habían tenido aquella mañana.

—¡¿QUE MIERDA TE PASA, IMBÉCIL?! –Le rugió con rabia el pelinaranja, logrando hacer brincar del susto a más de un o alguna escurridizo ahí presente. Él otro no respondió, simplemente se dedicaba a dar y recibir golpes del otro o eso era hasta que lágrimas de furia comenzaron a salir de sus grisáceos ojos, desconcertando al agredido.

—¡Tu no sabes nada!, ¡no sabes nada de él, maldito tipo entrometido! –Le gritó tomándolo como muchas otras veces más, por el cuello de la camisa, y estampando la espalda ajena contra un pilar de aquel mismo pasillo.

—¡¿De que hablas, maldito niño bonito?! –Leo también logró tomarlo por el cuello, tumbándose sobre él y acorralándolo contra el piso.

—¡ASTA ES MÍO... ERA MÍO!, ¡PERO TENÍAS QUE LLEGAR TU Y ARRUINARLO TODO! Todo mi esfuerzo.... Todo lo que yo....

—Ya entiendo....–Lentamente lo soltó, poniéndose de pie al mismo tiempo que se limpiaba la sangre del labio [nuevamente] roto y le miraba con un toque de lástima. — Debería decirte que lo lamento mucho, Yuno pero.... Yo también lo quiero y eso es algo que no tengo el derecho ni la intención de negarte. Así que.... Si pudieras hacerte aun lado, no resultarías tan herido..

—¿Hacerme a un lado, dices?, ¿Menos herido?; ¡¿QUE MIERDA SABES TU SOBRE ESTAR HERIDO, MALDITA SEA?!

—Quizás no pueda entenderte por completo pero.... Cuando tu estabas a su lado, sonriendo y pasándola bien; demostrándome lo cercanos que eran... Yo realmente llegué a sentirme tan vacío.... Así que, como yo mismo lo consideré una vez, alejate, Yuno..... Es mi tiempo para hacernos felices. –El azabache sabía que aquello no era más que la verdad pero aún así... Aún así le era tan doloroso y difícil simplemente decir adiós a un amor que conocía incluso más de lo que lo hacía consigo mismo.

—Vete a la mierda, bastardo... –Y sin más se levantó también, prácticamente huyendo de ése lugar mientras escupía un poco de sangre y ocultaba los gruesos rastros que las lágrimas dejaban al surcar sus lastimadas mejillas.

Por su lado, Leo se marchó también; aunque él, tenía como dirección otro lugar.

Primero que nada, pasó a la enfermería para que le desinfectaran las heridas; luego al recibir el tratamiento se encaminó hasta su habitación en los dormitorios, donde se topó con Magna y tras darle una leve explicación a cerca de esos nuevos golpes, siguió el consejo del mismo y corrió hasta una floreria, donde cogió un pequeño pero adorable ramo de Dalias y Fresias; el cual pidió fuese envuelto en papel de color café y delicioso olor a lluvia y bosque, pagó y tan rápido como llegó, desapareció tomando como dirección la casa del bajito causante de todas sus penas pero a su vez, el responsable de todos sus suspiros, falta de sueño, y saltos a la novena nube.

Bienvenido a: Casa Vermillion.Where stories live. Discover now