Rin, la niña prodigio

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Esta historia pertenece al baúl de cuentos del tío SilentDrago.


Hace mucho tiempo, en un país que hoy ya no existe, vivía un conde que tenía tres hijas, cuyos nombres eran Nozomi, Nico y Kotori. Como era de esperarse, siendo un conde, él y su familia vivían en la opulencia; pero los malos manejos administrativos causaron su ruina. No queriendo salir a trabajar, por el orgullo característico de algunos nobles, decidió que se dedicaría a la caza para sostenerse, vendiendo en el mercado las piezas que pudiera conseguir.

Un día, salió a realizar dicha faena en el bosque cerca de su casa, pero a pesar de que estuvo durante horas tratando de atrapar alguna presa, no obtuvo nada. Decepcionado y con la noche acercándose, emprendió el regreso a casa. Para su desgracia, cuando estaba a punto de salir del bosque se topó con una bestia peluda de color rojo que le cerró el paso.

- Si me prometes algo sin saber qué es, te dejaré ir ileso –dijo el monstruoso ser, para sorpresa del conde.

Producto del miedo, él hizo lo que la bestia le exigió.

- Me prometiste a tu hija Nico. En tres días más iré a buscarla, así que no intentes nada extraño.

Tras aquellas palabras, el monstruo se internó entre el follaje, dejando el paso libre para el conde.

Al volver a casa, el hombre le contó a su familia lo que había sucedido. El nerviosismo se apoderó de todos, quienes decidieron esperar los tres días para ver qué ocurriría. De más está decir que la tensión se apoderó de la casa con cada hora que pasaba.

Llegado el atardecer del tercer día, una carroza se detuvo frente a la casa del conde. De ella bajó una chica pelirroja quien entró a la residencia, tomó a Nico del brazo y se la llevó con ella sin mediar palabra, para sorpresa del conde y su familia. Aunque intentaron seguirlas para ver a dónde se dirigían, no pudieron darles alcance; la carroza ya se había ido cuando ellos llegaron a la entrada. Eso sí, el estupor se convirtió en una alegría moderada al ver que la extraña había dejado atrás un saco lleno de oro. Al ver ese dinero, lo primero en lo que pensó el dueño de casa fue en retomar su estilo de vida lujoso, organizando fiestas e invitando a grandes señores con la esperanza de que alguien le diera pistas sobre quién era la misteriosa pelirroja y a dónde pudo haberse llevado a Nico. Para su desgracia, nadie sabía nada, y por si fuera poco, el oro terminó agotándose.

No le quedó más alternativa al conde que salir a cazar de nuevo.

Al igual que la vez anterior, la suerte no estuvo de su lado. Las horas se sucedieron una tras otra y no pudo capturar ninguna presa. Ya con la noche acercándose, decidió volver a casa. En eso, un monstruoso ser de color celeste, con unas gigantescas alas emplumadas, se cruzó en su camino y le cerró el paso.

- Tienes que prometerme algo de inmediato, sin saber qué es –le dijo.

Intuyendo que la criatura le pediría a otra de sus hijas, el conde le hizo saber que primero necesitaba saber de qué se trataba todo.

- Veo que alguien quiere quedarse sin ojos –amenazó el monstruo enseñando sus afiladas garras.

La sola idea de quedarse ciego le causó pavor al conde, quien se vio obligado a ceder. De todas formas, no dejaría que se llevaran a su hija tan fácilmente, y pretendía descubrir la verdad sobre quién estaba detrás de los raptos.

- En cinco días iré a buscar a tu hija Nozomi. Más vale que no intentes nada –le advirtió antes de irse volando.

Cuando el conde volvió a su casa, les contó a su esposa e hijas los acontecimientos. Se veía en su rostro lo decepcionado que estaba.

Rin, la niña prodigioWhere stories live. Discover now