Capítulo 1.

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Justamente a finales del verano era cuando aquellos días de gloria, diversión, fiestas, sexo, alcohol, desveladas mirando películas románticas o de comedia incluso de terror una que otra vez, estar con tus mejores amigos a diario, poder dormir hasta que fueran las 3 de la tarde, a esa hora comenzar a "desayunar" y que nadie te moleste o te diga algo por eso , no tener que hacer tareas ni tener que preocuparte por estudiar, ¡Esos días en los que no era necesario ni siquiera darte una ducha durante días e incluso semanas! Esos días en los que podías hacer lo que quieras y eras prácticamente libre de absolutamente todo, terminaban ya que desgraciadamente tenías que regresar a aquel lugar que era lo más cercano a una asquerosa cárcel de menores: El instinto. El lugar en donde  tenías que seguir ciertas normas, comportarte como es debido, hacer tus tareas, tener que preocuparte por tus calificaciones, por los exámenes que  tendrás que presentar, y probablemente tenerte que levantar temprano casi todos los días.  La idea me suena aterradora.

Yo me consideraba de esas chicas las cuales prefería mil veces estar en la comodidad de su casa, encerrada, apestando porque no se había dado una ducha hace más de dos días, acostada en su suave cama junto con restos de comidas rodeándola, vasos con Coca-Cola sin terminar en su tocador viendo viejas películas en blanco y negro o leyendo un libro, completamente aburrida y sola a tener que estar en la asquerosa escuela rodeada de adolescentes y maestros amargados que querían arruinar la vida de los pubertos. Lo prefería mil veces.

Pero...

Desafortunadamente esos meses habían terminado. Pero para mi suerte la primera semana de vuelta a clases había terminado finalmente. Sin exagerar la había sentido eterna, como si una hora fuera un mes entero. Bueno, realmente estaba exagerando pero cuando se trata de la escuela se puede exagerar todo lo que se pueda.

Viernes por la noche, era lo único que importaba en esos momentos. No la tarea, no los profesores, no sus compañeros de aula, únicamente que era viernes por la noche y que había una fiesta en casa de Will Evans a la que no podía faltar por nada del mundo. Will no era popular por su carácter encantador (que se note el sarcasmo) era por sus grandes y buenas fiestas. Siempre se llenaban de gente y por lo general acababan hasta que salía el sol. Todos en el gran garaje de la casa gritaban como locos una y otra vez: «Fondo, fondo» mientras que un chico sin camisa y solamente con sus pantalones negros ajustados y una extensa frase con tinta negra tatuada en las costillas, tomaba una gran botella de tequila empinado sobre sus labios y bebía aquel líquido transparente que le quemaba la garganta o al menos eso se podía interpretar por la expresión de su rostro.

Al momento en el que Kimberly, Khloé y yo bajamos de la camioneta de los padres de Kim y ponemos un pie sobre los azulejos dentro del garaje de la casa de Will sentimos la adrenalina y la emoción recorrer todo nuestro cuerpo cubiertos por fina y delgada capa de ropa. Las personas bailan con la música perdidos en sus propios mundos.

— ¡Chicas!—Escuchamos que gritan y por inercia nosotras tres volteamos en dirección de dónde nosotras creímos que había provenido la voz.

Will Evans aparece con una camisa de cuadros roja y azul marino con las mangas arremangadas hasta los codos, un cinturón Ferragamo con la hebilla plateada brillando por las luces que había puesto en las esquinas del garaje, unos pantalones de mezclilla y unos zapatos puntiagudos negros de gamuza. No podía negar que se veía guapo con el cabello hacía atrás y con los ojos azules brillantes.

— Que tal Evans—Khloé pone una postura demandante con una mano en la cintura— ¿Cómo va la fiesta?

Will pone una sonrisa socarrona en sus labios, mirándonos detalladamente sin disimular siquiera y luego se relame los labios con descaro. Agh. Como odiaba a este imbécil.

Frustración Sexual (CANCELADA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora