21.

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"Nunca".

La clase de Defensa contra las Artes Oscuras me parecía el peñazo más grande de este mundo. ¿Para qué narices me iba a defender de algo que quiero hacer yo? Patético. Pero bueno, tenía que acudir a esta clase para no levantar ningún tipo de sospecha y que todo siga igual.
Todo el mundo tenía a alguien sentado al lado. Eran mesas de dos y yo estaba sentada al final y sin compañía como de costumbre. Recostada en la mesa, a punto de dejar que la voz del profesor me hiciera entrar en los brazos de Morfeo.

-Valerie tiene que empezar a saber de vosotros, tiene que haber algún modo de que no acabe donde hemos acabado todos nosotros-. La voz de Draco en susurros comenzó a oírse en aquél lugar tan oscuro. Su rostro era pálido y era lo único que se distinguía ver en toda la habitación.
-No, no puede ser. Tenéis que seguir escondiéndola. Por favor, Draco, déjala que siga su instinto. Ella sabrá lo que tiene que hacer al final. Sabrá cuando tomar la verdadera decisión. Tendrá que decidir entre todos sus amigos o la muerte-. La voz de una mujer que me resultaba familiar suplicaba a Draco cosas que no terminaba de entender.
Ellos seguían hablando en susurros pero alguien les había escuchado, alguien sabía dónde estaban y quiénes eran. Pisadas sobre las tablas de madera viejas hacían que chirriara el suelo pero aún así no les dió tiempo para reaccionar y lo último que escuché fue un "Avada Kedavra" con una voz muy fría.

Me despierto de un salto de mi sitio haciendo mucho ruido y haciéndome notar.
-Srta. Malfoy, ¿se encuentra bien?-. El profesor Finnigan me pregunta preocupado al verme respirando con gran velocidad y muy alterada.
¿Qué estaba pasando? ¿Era solo un sueño?
-Necesito ir al baño...-. Creo que casi no me oye el profesor por el hecho de que estaba diciéndolo a la vez que salía de la clase corriendo en dirección a la casa de los Gritos.
Corría sin parar. Me había chocado un par de veces con varias personas pero eso no me había parado todavía. Nada me iba a parar hasta llegar a uno de los sitios en los que me sentía segura y más tranquila.
La entrada se me hizo un poco complicada con el Boxeador pero al final pude llegar por un encantamiento.
Entré y lo único que hice fue meterme en una habitación en la que había una especie de colchón asqueroso y destrozado. La habitación estaba destrozada y llena de arañazos al igual que sucia y oscura aunque aún así había un poco de luz.
Era un ambiente muy frío.
Me pego a la pared buscando al en que apoyar mi espalda porque en cuestión de segundos sabía que no iba a aguantar ni con mi propio peso. Ese sueño. Me estaba causando un ataque de ansiedad. Esos que no puedes describir ni tampoco parar.
Ahogada, temblorosa, dolor en el pecho... Así me estaba sintiendo por momentos. Todo daba vueltas y lo único que conseguía hacer era deslizarme por la pared hasta acabar sentada en el suelo. Mirando a la nada, pensando en qué narices significa todo eso.
Me agobiaba todavía más el hecho de intentar entender algo. Me estaba volviendo loca.
Mi cabeza iba a estallar. Solo escuchaba la palabra "Avada Kedavra".

Muchas veces, desde pequeña tenía sueños muy reales. Sueños de conversaciones de personas que no sabía quiénes eran y luego acababan apareciendo por Malfoy Manor.
Era algo bastante asustadizo porque nadie más podía conocer a la gente que entraba por la puerta grande antes de verla.
Lágrimas empezaban a brotar de mis ojos y yo no era capaz de controlar nada. Ni mi respiración, ni el llanto. Se me escapan pequeños gritos exasperantes de frustración y de intento de liberación pero no. No lo conseguía.
Cierro los ojos con fuerza cogiéndome del pelo con ambas manos y tirando de este con ganas intentando relajarme o quitarme el pelo porque no conseguía nada.
Unas manos se posan en mis muñecas y rápidamente mis ojos de abren con miedo.
Pelo revuelto, gafas torzidas y cara de preocupación es lo único que podía ver en ese momento. James estaba ahí. Sabía todos los lugares a los que acudía, sabía todo ya.
No era la primera vez que me veía así pero quería intentar que fuera la última.
-Vete...-. Susurraba intentando apartar la mirada de él.
Una de sus manos acabó posada en mi mejilla haciendo que tuviera que girar la cabeza hacia él de nuevo.
-No lo voy a hacer... No te voy a dejar...-. Aunque tardara en decir las cosas, sonaba seguro. Sabía que no se iba a a ir. Sabía que hasta que no estuviera tranquila y me viera empujándole o molestándole no iba a parar. Le gusta que le molestase. Y me gustaba que me molestara. Espera. ¿Realmente me gusta que me moleste? Siempre con sus bromas y estupideces. Siempre siendo un inmaduro.
-Potter...-. Estaba cerrando los ojos para no tener que mirarle pero me era imposible, quería mirarle. Me relajaba verle.
-Escuchame, ahora somos solo tú y yo. Me da igual lo que pienses o lo que digas. No te voy a dejar. Nunca-.

Nunca. Se repetía muchas veces en mi cabeza mientras seguía viendo la imagen de la luz verde de la maldición salir de la varita desconocida. En ese momento me estaba viendo yo en el suelo, asesinada por esa persona del sueño. La voz de James seguía repitiéndose igual que la imagen como si fuera un eco. Como una de las grabaciones antiguas muggles que se podían rebobinar.
Mi pecho empezaba a notar una presión de nuevo, un dolor indescriptible. No podía hablar. Otro ataque más. Horripilante. Agobiante. Exasperante. No era una buena sensación.
Mis ojos se empezaban a abrir como si en algún momento se fueran a salir de las órbitas a la vez que mi pecho subía y bajaba con más velocidad. No podía controlarme hasta eso. Eso llamado beso.
James me estaba besando. De nuevo.

Odio necesitarlo. Odio que sea parte de mí.

Dulces Bromas. |James Sirius Potter|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora