36. ¿Acaso importa?

1.4K 120 23
                                    

Pero, para Amaia, la felicidad del lanzamiento del disco no dura tanto como le habría gustado.

-Ahora por fin podré centrarme en el mío –me comenta el lunes de la semana siguiente. Tiene una reunión en el estudio donde quiere empezar a grabar las maquetas.

Que te vaya muy bien, cuquita. Te lo mereces tanto...

La reunión le va bien e incluso tantean fechas. Pero los planes le duran hasta esa misma tarde, cuando Mario llega a casa por sorpresa.

-Vengo a discutir con vosotros las entrevistas a las que vas a acudir, Amaia –suelta, de sopetón.

¡Sorpresa!

La cara de mi Amaix es un auténtico poema.

-Pero... -empieza. Mario no la deja continuar.

-Amaia, no me vayas a decir que el disco es de Alfred. Llevas razón en que lo es, pero tú eres la voz del disco, así que me temo que tendrás que serlo también de las entrevistas... -le explica, en un tono suave-. Piénsalo. Puede ser una oportunidad estupenda para empezar a hacer la promoción de tu nuevo disco... Además de que en Te presto mi voz está tu single más exitoso en los últimos años.

Se me encoge el corazón, porqué sé que es verdad, pero realmente no sé si eso era necesario.

Eso sí, la cara de Amaia habla por sí sola: le agobia más el tema de las entrevistas que cualquier otra cosa que haya podido decir Mario.

-Es que... De lo que menos se va a hablar es de mi disco, Mario. Todos lo sabemos –le contradice.

Y ahí mi cuquita tiene un punto, o unos cuantos, porque todos somos conscientes de que el salseo al que nos someten puede llegar a ser devastador. De hecho, ninguno de los dos habíamos entrado mucho en las redes sociales, pero mi madre nos había leído algunos titulares... Y se había saltado otros cuantos, como los que trataban de indagar en nuestra vida personal. Ambos éramos conscientes, a pesar de todo.

Llevas razón, cuquita. Pero creo que esta vez no te va a quedar más remedio que lidiar con ella...

Nuestros ojos se encuentran, y trato de imprimirles toda la fuerza posible, porque Amaia me vuelve a parecer muy frágil y pequeña.

No, cuquita. Tú eres grande. Eres enorme.

Pero casi puedo ver la respuesta pasando por su mente cuando me coge la mano y me la aprieta: esta vez yo no voy a estar a su lado. Y, por primera vez, desearía tanto poder estarlo... Pero aún me quedan límites, aún me quedan cadenas por romper. Por más que me cueste, aún no estoy preparado para enfrentarme a los periodistas. No estoy preparado para que me vean así.

Entonces, se le ilumina la mirada: ha tenido una idea.

-Umh... Con una condición. Bueno, dos. Primero, elegiremos solo a los medios que nos den garantías de profesionalidad. Quiero que las entrevistas sean buenas porque, segundo, solo voy a hacer un máximo de cuatro. Y es mi última palabra –sentencia.

Cojo aire y lo suelto con fuerza, porque la he visto crecerse a cada palabra que decía. Después de haber flaqueado durante unos instantes, ha vuelto mi Amaia artista, con voz propia. Siento cómo se me relaja la tensión y la miro, repleto de admiración.

¿Eres consciente, cuquita? Ya no me necesitas, ni a mí ni a nadie. Ya vuelves a brillar por ti misma.

Y, en ese mismo momento, no me caben dudas de que será capaz de sortear cualquier obstáculo que los leones, digo..., los periodistas, sean capaces de poner en su camino.

El camino a casaWhere stories live. Discover now