15. Tu nombre en el teclado

1.2K 116 62
                                    

Sigo perdido en mis pensamientos, contemplando a Amaia, cuando noto que abren la puerta muy lentamente. Es mamá, que se acerca a ver si estoy despierto. Me vuelve el ímpetu de antes.

Vamos, mamá, despierta a Amaix. Ya dormirá después.

Me acaricia el rostro, con una sonrisa serena, y trato de devolvérsela. Luego me coge la mano y, de repente, la mira extrañada. Al principio me desconcierto con su reacción, pero entonces comprendo que ha debido de sentir mi dedo tenso. Lo toma con la otra mano y lo mueve, encogiéndolo y estirándolo, para ver que todo funciona correctamente.

Me mira, entrecerrando los ojos, pero tras unos segundos decide dejarlo ir. No sé si lo ha entendido. Probablemente no, porque me coge la mano y me sonríe de nuevo.

-Cariño, ¿quieres levantarte?

Le doy un apretón.

Claro que quiero, mamá, pero también quiero que levantes a Amaix.

Entonces vuelve a dejar mi mano y va hacia Amaia. Se pone a su altura y le toca el hombro con delicadeza.

-Amaia, cariño... -Al principio no responde. Esa es mi Amaix. Le cuesta tanto despertarse...-. Amaia –insiste mamá, acariciándole el pelo.

Por fin poco a poco empieza a abrir los ojos y, al ver a mi madre, se sobresalta.

-¿Pasa algo? –pregunta aún entre sueños y bostezos, frotándose un ojo.

-Siento tener que despertarte, pero necesito que me ayudes a levantar y a asear a Alfred. Pero luego te vuelves a echar un rato –le asegura.

¡No! ¡No! Tiene que ayudarme. Tiene que escucharme.

Me remuevo, pero cuando a los pocos minutos empiezan el proceso, soy consciente de que no me van a hacer caso, porque no se me ocurre ninguna forma de que me entiendan. Así que, una vez que ha acabado, Amaia me da un beso en la mejilla y se vuelve a la cama, con una sonrisa satisfecha... que seguro que encaja perfectamente con mi cara de exasperación. Pero ella ni siquiera se ha dado cuenta, claro. No tengo su atención todavía. Está tan dormida...

Mi cabeza se descontrola un poco y no soy capaz de contenerla, quizás a causa del disgusto.

Paciencia, Alfred, paciencia.

Mamá me lleva hasta la mesa donde solemos comer y me coloca de forma que, desde allí, también pueda ver la tele si quiero. Pero entonces recuerdo que debo seguir practicando. Mi dedo se tensa de nuevo.

DO grave – LA en Fa...

Visualizo como si recorriera las teclas. Llego, pulso, retiro... Busco la siguiente: llego, pulso, retiro... Pero no solo pienso en el nombre de Amaia, sino en más palabras. Tengo que aprovechar la oportunidad, ahora que la tengo.

Amaia, ¿qué te quiero decir? ¿Qué llevo queriendo decirte todo este tiempo?

Pero, por más que mil ideas recorran mi mente, soy consciente de que hoy no voy a ser capaz de decirle todo lo que me gustaría. Tiene que ser poco a poco.

¿Qué palabras necesitas oír hoy, Amaix?

Y estas empiezan a aparecer en mi mente. Pocas, densas, contundentes. Sí, esas son las que necesita oír. Y me pongo a practicarlas. Trato de ubicarlas en el teclado, y de nuevo me imagino mi dedo recorriéndolas. Llego, pulso, retiro... Llego, pulso, retiro.

Es ya cerca del mediodía cuando veo aparecer a Amaia del interior del cuarto. Sigue con el pelo despeinado y alborotado, y de nuevo se frota los ojos, bostezando.

El camino a casaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora