El camino a casa

2. Oscuridad

De nuevo no sé cuánto tiempo ha pasado. Pero creo que ya siento más lo que ocurre a mi alrededor. Antes, quizás, me hicieron algo, y quise responder, moverme. Pero fue mal.

Y ahora otra vez, pero esta vez más intenso. Me ha dolido un poco, ¿pero qué es? Quiero resistirme, ¿pero debo? ¿Puedo?

También siento algo a mi alrededor. Gente, quizás. Su presencia se va haciendo más sensible para mí. Como las sombras que van cobrando forma y consistencia cuando los ojos se adaptan a la luz. Solo que todo sigue estando negro para mí. Y, por eso, me siento solo. Están al otro lado, pero no sé cómo llegar hasta ellos.

Y estar solo con mi conciencia, sin poder reaccionar... Es demasiado. Tampoco quiero pensar. Al principio mis recuerdos están borrosos. Da igual que sea mi infancia, Los Ángeles, la Academia, 1016 o Eurovisión. Todo podría haber ocurrido ayer mismo.

Todo menos esa mirada.

Ella.

Y sé que está cerca. Sería capaz de distinguir su presencia entre un millón, por mucho tiempo que pase.

¿Y si ha pasado mucho tiempo? Siento una punzada de dolor. Ella ya no está conmigo. Y fui yo quien la dejé. Era lo mejor para ella. Pero entonces... ¿Qué hace ahora aquí? ¿Qué ha pasado?

Esa pregunta me sigue quemando, lacerante. Y descubro que no puedo dejarla sin respuesta, aunque me cueste. Aunque duela.

Y, poco a poco, los recuerdos se van haciendo claros en mi memoria, como si anduviera por un pasillo que se va iluminando conforme lo recorres. Pero no quiero llegar al final, porque sé lo que me espera... Y no es ella.

Es un taxi, en el que me eché derrengado, tras más horas de vuelo de las que me gustarían. Y son las luces de la carretera, y un derrape, y la sensación de perder el control y no saber a dónde nos íbamos... ¿A la muerte, quizás?

Quiero parar, no quiero que esos recuerdos sigan en mi memoria. Pero allí están, claros como el agua. Y después... La oscuridad.

Y de nuevo su voz, y su mirada.

Pero no lo puedo evitar. Todo vuelve a ponerse negro.