— Claro, vámonos.

Deje a un angustiado Malcolm viéndonos desde las escaleras, seguro después pediría una severa explicación.

Los gorilas de Malcolm que se encontraban haciendo su vigilancia afuera, estuvieron alertas al vernos salir. Ellos y su severa seguridad.

— Emiliana... ¿A cuantas personas has involucrado en la búsqueda de lo que tu padre te ha dejado? – Soltó.

— He sido yo sola... Y mi tío.

— ¿Tu quieres que nos maten? ¿O que nos entierren vivas en una fosa? – Pasó la mano por su cabello.

Me asusté al escuchar eso. Ya algo había tenido que llegar a sus oídos para que dijera algo así. Mi madre no se atrevería a hablarme así excepto que supiera todo.

— Madre... ¿Qué sucede?

— Todos saben que ya tienes conocimiento suficiente de lo que fue tu padre – Susurro – Y nadie quiere verte ahí, Emiliana. Nadie quiere que tú tomes su lugar, no les es conveniente.

— Y me quieren ver muerta... Lo sé, madre. Se lo suficiente. ¿Alguien te ha dicho algo? ¿Te han amenazado?

Trago fuerte y tomo mis manos. La luz nos apuntaba directo, podía ver como las lágrimas rodaban por sus mejillas. Rara vez veía a mi madre llorar, ya el asunto no era para tomárselo a broma. Nunca lo había sido.

— Emiliana, no soy ninguna niña... Se cómo está pasando todo y no me está gustando. ¿Crees que yo quiero verte muerta?

— Sé que no madre... Pero el error fue tuyo al esconderme todo.

— Así lo quiso tu padre.

— ¡Eso es mentira! – Alce mi voz – Dejo todo para que yo supiera y me haga cargo del lugar que dejo.

Respiro hondo y me dio la espalda, devolviéndose a donde estaba su auto. ¡Dios mío! La terquedad en persona.

— ¿De verdad, madre? ¿De verdad te irás?

— Debo dejarte dar tu estrellón, Emiliana. Y después, volverás a tu madre.

Las lágrimas me ganaron, mientras la veía salir de la casa. Mire al cielo, intentando buscar una razón que sabía que no encontraría.

— ¿En serio me tenías que hacer esto, papá?

Sentí unos brazos rodeándome, y su aroma era inconfundible. Tenía por seguro que había escuchado todo y estaba al pendiente de la situación.

Eligió no decir nada y tomándome de la mano, me llevo hasta la casa. Tras nosotros, apagamos las luces y nos fuimos a la habitación.

Me dolía dejar ir a mi mamá de esta manera, me dolía que no me entendiera. Me dolía que pensara de esta manera. Pero aún más, me dolía cómo podía mentirme viéndome a la cara. Solo me demostraba que sabía más información de la que me quería hacer creer, que mi padre si la había dejado al tanto de todo antes de morir.

— Nena... Vamos a dormir.

— Duerme tú, en unos minutos te alcanzo.

Me quede sentada en el balcón de la habitación, mientras un desanimado Malcolm se iba a la cama para descansar. No tardo mucho en dormirse, y eso me permitía continuar con lo que quería.

Me escabullí de la habitación, llevándome mi teléfono y laptop. Había mucho que investigar y preguntar antes de irme a dormir. Si nadie me diría la verdad, tendría que buscarla yo sola. Pero no me quedaría así, no de brazos cruzados mientras mi cabeza tiene un precio.

Llamé. Aún cuando el temor me ganaba, aún cuando mis manos temblaban como un cachorro con frío, aún cuando sabía que ahora si entraría en lo oscuro. En eso que me pidieron no investigar, no buscar.

— Código.

— Alemania – Susurré.

— ¿Con quien desea hablar?

— Santos.

En minutos, la voz de mi tío inundó mis oídos. Se encontraba alegre por volver a hablar conmigo.

— Pensé que no llamarías más. ¿Cómo supiste el código?

— Mi padre lo dejo escrito, así descubrí que se comunicaba con ustedes.

— Nos sorprendió tener una llamada a este número, sólo lo utilizaba tu padre cuando era un tema urgente y extraoficial.

Tragué en seco. Qué nervios.

— Tío, estoy dentro. El sábado estoy por allá, te enviaré un mensaje con más detalles.

— Nos vemos el sábado, Emiliana. Cuídate, un beso.

Tranque la llamada y elimine el historial. Los nervios me consumían y aunque no quería mentirle a Malcolm, esta vez era la única opción.

Sabía que esto nos traería muchos problemas y que las peleas no cesarían, pero era mi decisión. Mi sacrificio. Mi elección. Todos debían de respetarlo.

Subí nuevamente a la habitación y me acosté a su lado, ya roncaba profundamente. La luz del faro entraba por el ventanal y alumbraba sus destellos rubios en su cabello liso y despeinado.

Me acomode aún más en sus brazos, y con una leve queja, me apretó más a él. No quería perder esto, no quería perder su confianza, no quería perderlo a él. Pero solo así pondría en orden mi vida.

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HOLA HOLA HOLA!

Vane 🦋

Amores peligrosos pero adictivos • ¡PAUSADA! Where stories live. Discover now