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Sabes que eres todo para mí.

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Malcolm

Emiliana había caído en un sueño profundo y no me provocaba levantarla para cenar, estos dos días habían sido la mierda total para ella y en parte me sentía responsable. Solo un 50%, más bien.

Sus amigos estaban hablando en el comedor, y al novio de Leyla no lo veía por ningún lugar, seguro también estaba durmiendo. Me acerqué a ellos, y tras sonreírle, me invitaron a sentarme ahí.

— Gracias por defenderla, Andrés – Mencioné.

— Gracias a ti, más bien. Si tus hombres no hubieran estado allí, seguro me hubiera metido en un problema por matarlo.

—¿Conocen a Emiliana desde que está con él?

Sabía que ella no me diría mucho, así que lo mejor era sacar de esta manera mis respuestas. Y pidiendo que Emiliana no supiera de esto, o las tres cabezas rodarían.

— Ella y otro amigo que ya no vive en el país, yo las conocí dos años antes de graduarnos... Aún ella estaba con Isaías.

De alguna u otra manera, sabía que daría con su nombre. Ante ellos, no podía demostrar que no sabía absolutamente nada de ese hombre.

— ¿Y sabían que él la maltrataba?

— Sí, claro que sí – Se sinceró Leyla – E intentamos muchas veces que lo dejara, pero ella estaba muy asustada... Sabíamos que el la amenazaba.

Le salieron algunas lágrimas, podía entenderla... No nos gusta ver mal a esos que queremos.

— ¿Viste su cicatriz? – Me pregunto Andrés.

— Sí, la he visto. ¿Él ha hecho eso?

— Creemos que sí.

Sabía que no, excepto que el estuviera dentro del narcotráfico. Esa cicatriz se hacía cuando había tortura, cuando se buscaban respuestas y no se encontraban.

Siguieron hablándome más de sus días en la universidad, y por alguna extraña razón, estaba entreteniéndome con esta compañía y aún más con las anécdotas de Emiliana. ¿Era posible sentirse así con respecto a una persona?

— Dime la verdad... ¿Piensas casarte con Emi?

— Aún no se si está en nuestros planes – Confesé – Pero de ser así, serás la primera en saberlo.

— ¡Eres el mejor cuñado! – Me abrazo fuertemente y me gusto, lo disfruté.

¿Será que ahora me abriría a la idea de tener amigos? Más allá del narcotráfico. Amigos reales, amigos que no supieran cuanto hay en mi cuenta bancaria, esos que te aceptan tal y como eres.

Subí hasta la habitación, ya Hansel había terminado su vigilia, al menos por hoy no había riesgos. Emiliana estaba sentada mirando fijamente al cielo, había llevado el sillón individual hasta el balcón.

— Hola, guapa – Le di un beso en el cuello que la hizo saltar – ¿Te asusté?

— Sí, cariño. No te esperaba, supuse que estarías en alguna reunión.

— Ya la he terminado, pequeña. ¿Cómo te sientes?

Entrelazo nuestras manos, que rodeaban su cuello. La diminuta pijama no la protegía del frío, pero parecía que no le importaba.

— Solo cansada – Suspiró.

Podía entender ese sentimiento, pero no quería dejarla caer en eso. Así comenzaría, hasta llegar a la depresión, y no podía permitirme verla tan decaída.

Amores peligrosos pero adictivos • ¡PAUSADA! Donde viven las historias. Descúbrelo ahora