Después de que bajaran las valijas, y todos se pusieran cómodos en la gran casa, aproveche el poco tiempo con Malcolm solos en nuestra habitación. Se estaba cambiando a algo más cómodo.

— ¿Qué ha sucedido? ¿Por qué ese cambio repentino cuando veníamos?

— Sí es como dices... Soy su ídolo, mamá lo repite cada día... Pero no hago nada bueno.

Se sentó en el mueble que había allí, agachando la cabeza... Mi pobre chico. Me senté a su lado, abrazándolo.

— Cariño, mientras ellas no lo sepan... No les afectará. Disfruta que ellas te ven así, como su héroe, y no permitas que eso cambie.

— ¿Tú crees? – Miro fijamente mis ojos.

— Sí, mi amor – Lo besé.

Me agarro por la cintura, acostándonos en el mueble y el quedando encima de mí. Me besaba con pasión, con ganas de más, con ganas de mí.

— ¿Qué sería de mi sin ti en mi vida? – Preguntó entre cada beso que me daba.

— No lo sé, tal vez actuarías como un viejo aburrido.

Me mordió los labios ante mi respuesta, haciéndome gemir... Este hombre quería que nos escucharán.

— Quiero poseerte – Paso su lengua por mis labios – Pero nos esperan para almorzar.

— Esperaré toda la noche por eso – Me mordí los labios y a él solo lo provoco aún más.

Durante el almuerzo todos conversaban de lo bien que les iba a las niñas en la escuela «y anhelaban estudiar en Múnich, aunque Malcolm no quisiera», ya luego le preguntaría el porque, estaba segura de que sería por el narcotráfico... Pero aún así, el seguía aquí.

— Cariño, aún no conozco a tu madre. ¿Cuándo será eso posible?

— Mañana le pediré que venga, Malcolm y yo hemos planeado una cena juntos... Nuestra familia y amigos.

— ¿Por qué? ¿Tienen algo que decirnos? – Preguntó Zara emocionada.

— No pequeña, no todavía.

Corrió a abrazarme y no quería despegarse por ninguna razón, ni porque estuviera Malcolm allí. Todos manteníamos un ambiente ameno y hablando de lo que se nos ocurriera. Disfrutaba el rodearme de familia, nadie sabía lo que yo anhelaba tener a mi padre junto a mí, que volviéramos a ser esa familia de tres.

Casi al anochecer, estaba agotada y no sabía la razón. Después que todos se ubicaran en sus habitaciones, logré irme a dar una larga ducha y relajarme. Tantos asuntos me atacaban la cabeza, no encontraba el punto exacto de la tranquilidad. Omitía decirle a Malcolm, seguro pelearíamos.

— Cariño, tú madre está abajo – Entró de golpe a la habitación.

— ¿Mi madre? ¿Qué hace aquí? – Me acomode el camisón de satén.

— Ha llegado agitada, buscándote.

Deje a Malcolm con la palabra en la boca, corrí hacia donde estaba ella. ¿Qué mi madre viniera a esta hora? ¿Qué no me llamará? Esto era malo, realmente malo.

Sus pasos se escuchaban en la entrada de la casa, y desde la punta de la escalera podía verla caminar en círculos. Apresuré mi paso, me preocupaba que ella llegara de esta manera.

— ¡Mamá! ¿Qué sucede? – La salude con dos besos.

— ¿Podemos hablar afuera, hija? – Miró alrededor de la casa.

Amores peligrosos pero adictivos • ¡PAUSADA! Donde viven las historias. Descúbrelo ahora