Capítulo 29: Obsesionada

25.1K 2K 799
                                    

Capítulo 29

—Bueno, ¿cuál prefieres? —me pregunta mi madre.

Estamos en el patio, ella y Álex han sacado los enanos de granito del hueco lleno de telarañas que hay entre el cobertizo y el muro trasero, una especie de pasillo de apenas un metro en el que se acumulan todos los trastos que nunca pensábamos volver a usar. Los enanos de jardín son, por lo visto, una excepción. Les han pegado un manguerazo, ahora chorrean alineados frente a la puerta principal. Cada uno es más feo que el anterior, están todos hechos un asco. Mi madre, con sus pintas de granjera, se limpia el sudor de la frente con el antebrazo y me dice que plantará unas petunias en el que yo elija.

—Quería comentarte una cosa —la tanteo.

—¿Qué pasa?

El tema es demasiado delicado, así que después de darle vueltas buena parte de la mañana he decidido abordarlo sin más.

—Me gustaría cambiar de carrera —informo.

—¿Cómo? ¿Por qué?

Mira a Álex inmediatamente, sospecha que tiene algo que ver. Él le pide con un gesto que me escuche. Es raro tener de mediador a un hombre con bañador hortera, camiseta del club de pesca y chanclas brasileñas.

—Sociología no me gusta —le digo, aunque eso es algo que ella sabe desde hace meses—, he suspendido un montón de asignaturas y me harán repetir curso. O sea, me van a denegar la beca. Lo que quiero decir es que puestos a pagar otra matrícula, mejor que sea la de una carrera que me gusta.

—¿Bellas Artes? —me discute.

—Mamá, siempre quise estudiar eso.

—Es carísima, y no tiene salida. Es tirar el dinero.

—Había pensado ayudaros —titubea Álex, que con su bañador de tucanes fosforitos parece de todo menos económicamente solvente—. Puedo pagar la matrícula y el material del primer curso. He visto los cuadros de Laia. Es muy buena, tiene un don. Sería una lástima que se desperdiciara su talento.

—No —se planta mi madre—, no lo vas a pagar.

—Susana, sé razonable...

—Que no.

—Mamá, le devolveré el dinero. Lo prometo.

—¿Pretendes sacarte la carrera mientras trabajas? —me enfrenta, porque no me cree capaz—. ¿No has podido con Sociología y podrás con la otra?

—¡Porque no me gustaba! —le grito.

—Laia tiene que estudiar lo que la apasiona —dice Álex, tomándola de la mano para que esto no se convierta en una pelea entre ella y yo—. Susana, tienes que dejar que lo intente si eso es lo que la hace feliz. Mírame a mí, no me ha ido tan mal. Estudié cocina revelándome contra la voluntad de mis padres, que querían meterme en derecho. Mi padre decía que la cocina era para mujeres y mi madre insistía en que nunca encontraría un buen trabajo.

—Álex, no es lo mismo. No puedo dejar que la pagues.

—¿Entonces qué, mamá? ¿Pedirás un crédito?

Me fulmina con la mirada, quiere que me largue para hablarlo a solas con él. Es ridículo que no me quiera presente siendo yo la principal afectada.

—O puedo probar con otras becas —le digo, bajando dos tonos—. Nuestro caso es muy particular. Puedo preguntar. O sea, está la beca de...

—¿Has empezado a buscar trabajo siquiera? —me interrumpe.

Es demasiado orgullosa para recurrir a la beca para víctimas de violencia de género. Mi madre no se ve a sí misma de ese modo.

—En realidad sí. Pensaba trabajar como pintora, más o menos. Álex quería comprarme unos cuadros —le explico, a sabiendas de que puede ser una muy mala idea—. Con lo que me pague tendría suficiente para el primer año.

Aunque me odies (+21)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora