—Pero, pero... —todavía conmocionado, Luís se subió los pantalones, agarró el bastón que había junto a su mesa y se puso en pie. Cojeando, salió de su despacho por la nueva puerta que le había facilitado el vehículo. El amasijo de metal, que en el pasado había sido un Audi de alta gama, había impactado contra un contenedor oxidado.

—¡Joder, cómo duele! —gritó una voz familiar desde el interior del vehículo.

—Pero, pero...

La puerta se abrió y los cristales cayeron al suelo. Álvaro salió del vehículo y cayó al suelo mareado.

—¡Puto gilipollas! —gritó Luís alterado—. ¡Me has destrozado el despacho!

—Te lo pagaré... no te preocupes por eso ahora —Álvaro se levantó tambaleante y caminó hacía Luís.

—¿Qué coño haces aquí? ¿No estabas trabajando para don Héctor? ¡Espera! La cagaste, ¿verdad? ¿Es eso, no? ¡Y ahora quieres que arregle...!

Álvaro agarró a Luís de la pechera y dijo.

—¡Necesito las llaves de los candados! Los candados que cierran algunos de los contenedores importantes...

—¿Cómo que las llaves? ¡¿Pero qué está pasando?! ¡Explícate!

—¡No hay tiempo que perder! Están en tú despacho, ¿verdad? ¡Ya voy yo a buscarlas!

Álvaro soltó a Luís y caminó hacia el contenedor que usaba Luís como despacho y que había atravesado con su Audi.

—Pero, pero, pero... ¡¿Te presentas así, sin más, me destrozas el despacho y me preguntas por las putas llaves de los contenedores?! —preguntó Luís colérico—. ¡Maldito cabrón, te voy a...!

Dos potentes focos de luz deslumbraron a Luís. Se llevó una mano al rostro, cubriéndose e intentando discernir de donde provenían. Adivinó el contorno de un enorme 4x4 y a cuatro figuras bajando del vehículo.

—¡Oigan, esto es una propiedad privada! —advirtió Luís con el bastón en alto—. ¿Qué coño están haciendo...?

Dos disparos alcanzaron a Luís en la frente. Su cuerpo cayó muerto.

—¡Bien, chicos! El coche de Álvaro está aquí —Juan señaló el Audi que se había estampado contra el contenedor oxidado. Le hizo un gesto a Ramón, que le seguía de cerca y que llevaba una enorme gasa cubriéndole la deformada nariz—. Tú, ve donde está aquella columna de coches amontonados y custodia el contenedor verde. Los demás, dispersaos.

Mientras Ramón acudía al lugar indicado, Juan, junto a los otros dos hombres iniciaron la búsqueda. Uno de los matones, un chico joven y que vestía con un traje a medida, se dirigió hacía una montaña de neumáticos. El otro, un hombre con una chupa de cuero y barba de chivo, caminó hacia el contenedor que había sido atravesado por el Audi de Álvaro. Con la pistola desenfundada, entró por el boquete de la pared. Había una mesa de madera y encima un viejo monitor de tubo. También vio una sofá-cama y una pequeña mesita plegable. Y junto a la puerta que había en el extremo descansaba una vieja cómoda y una cocina de camping gas.

<<Tling-tling>>

—¿Qué ha sido ese ruido? —preguntó el matón de la barba de chivo.

Un figura salió rápidamente de detrás de la cómoda y empujó el manillar de la puerta.

El matón apuntó a la puerta abierta y apretó el gatillo tres veces. Dos balas impactaron contra la cómoda. La otra impactó contra el hombro de Álvaro, que había salido de lo que quedaba del despacho de Luís y corrió hacía una pila de motos destrozadas.

Una segunda OportunidadWhere stories live. Discover now