Capítulo 9: Cada chica con su lío

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AMY

Hoy es mi primer día de trabajo como redactora en el canal de noticias. Con una titulación y un máster falsificados he conseguido el trabajo de mis sueños. Quién me iba a decir que iba a ser tan fácil.

Bendita Katniss.

Ajusto mi falda beis y tomo aire contemplando el edificio de cristales que hay ante mí. Me siento como en mi primer día de universidad, la diferencia, es que ahora me noto distinta.

He dejado de ponerle nombre a las cosas, ya no hablo con Murphy porque desapareció, no beso las bicicletas y no me siento tan alegre y optimista.

Creo que eso último tiene que ver con Lia. Pero ahora no quiero pensar en ella, llevamos días sin dormir juntas, ella llega a altas horas de la madrugada y Mamahueva me insiste en que duerma con ella.

Así que me he pasado una semana y media durmiendo con la china come gusanos.

Camino por la recepción buscando a la recepcionista para que me dé mi tarjeta oficial de redactora. Al encontrarla, le doy mis datos y verifica mi puesto. Me entrega la tarjeta y me indica cuál es mi planta y mi mesa.

Subo en el ascensor algo nerviosa, me peino repetidas veces y observo a la mujer que se está sacando las bragas del culo.

Frunzo el ceño y decido ignorar eso, sin embargo, escucho cómo se tira un pedo.

Abro la boca indignada y me tapo la nariz con horror y asco, ella solo se limita a mirar su móvil y mascar chicle.

—Disculpe —digo con la voz rara al taparme la nariz —¿Podría tener en cuenta que estoy aquí antes de soltar una bomba fétida por su orto?

Ella me ignora y las puertas del ascensor se abren. Observo cómo ajusta su coleta alta y su camisa blanca para luego salir.

Es la misma planta que yo, así que salgo detrás de ella permitiéndome mirarla más. Mueve sus caderas con desgana y prácticamente se desplaza como un zombie andante hacia su puesto. Masca chicle todo el tiempo.

Su pelo castaño se ve desordenado e incluso algo grasiento en esa coleta. La indumentaria salva su imagen, lleva unos pantalones a cuadros grises con la camisa blanca. Es entonces cuando me fijo en lo delgada que se ve, está incluso más delgada que Samantha.

De repente detiene sus pasos junto a mi mesa, sé cuál es por el nombre que hay en ella. Entonces toma mi placa leyendo el nombre Amy Winzerberg.

Aprieta la placa y la tira a la basura.

¿Pero qué?

—Oye, ¿qué estás hacien...?

—¿Eres la nueva? —inquiere girándose hacia mí.

Por primera vez me mira, sus ojos son oscuros y marrones, su ceño está muy fruncido dándole un aire malvado, y tiene pecas por la cara.

—Sí —digo firme.

Ella se queda mirándome durante unos largos y eternos segundos. Me mira de arriba abajo y luego pone cara de asco y se sienta en la mesa que hay justo enfrente de la mía.

Hora De Viajar, Chicas © [3ª Temporada] Where stories live. Discover now