La mudanza

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La densa niebla cubría las carreteras del pueblo, mientras que las gotas de lluvia golpeaban sin cesar el techo de nuestro coche. Yo, en silencio y apoyado en la puerta, miraba a través de la ventanilla las gotas que se quedaban atrapadas en el cristal, era lo más divertido del viaje por el momento.

— ¿Hemos llegado? — me incorporé y pregunté, cortando por fin ese incómodo y afilado silencio.
— ¿Es que no ves que no? — contestó mi madre, quien estaba con su vista fija al ordenador sentada en el asiento del copiloto.
— Perdona. Yo al menos pregunto y no afirmo las cosas.

Estaba claro que el ambiente que reinaba en el coche no era bueno, nuestra relación ahora mismo no era la mejor.

— Pensé que te gustaría que nos mudáramos — dejó su ordenador a un lado y se inclinó a mirarme — Te lo compensaré.

Sin decir ni una palabra más, apoyé mi cabeza en el cristal de la ventana y volví a contemplar las gotas de lluvia.

Llegamos y las gotas no había parado de caer, tuvimos que adentrarnos en ellas para poder entrar en la que iba a ser nuestra nueva casa o mejor dicho, mansión. Era atemporal y elegante, estaba pintada de un gris suave y desvaído que le daban un toque espeluznante.

— Verás como te gusta el interior — prometió mi padre mientras abría la puerta.
— ¿Más que la casa que teníamos en Texas? — cogí algunas cajas que cargaba el hombre — No creo — me adelanté a entrar antes que él.

Odié con todas mis fuerzas admitir que sí era mejor que nuestra antigua casa. Aunque esta era escalofriante, estuviera apartada del pueblo y que nuestros vecinos más cercanos estaban a 8 km, el interior compensaba todo. Era muy luminosa, gigantesca y había espacio suficiente para montar una mini pista de golf. Las paredes el alto techo de vigas, los suelos de madera y las gruesas alfombras eran de diferentes tonalidades de blanco y gris.

— Tu habitación es más colorida — anunció mi padre mientras traía las últimas cajas del coche.
— Papá, ¡estás empapado!
— No le digas a tu madre que he pisado sus alfombras en este estado — dijo en voz baja mientras subía al piso de arriba.

Seguramente, si le preguntaras a un niño a quien preferiría a mamá o a papá, este te respondería que mamá, pero como ven no era mi caso. Papá siempre había sido quien me caía mejor. Ambos tienen trabajos que les mantienen ocupados. Mi madre es escritora y mi padre un empresario con muy poco tiempo libre, pero él sacaba espació de donde sea para estar conmigo, no podía decir lo mismo para mi madre. Por eso mismo nos hemos mudado a Boseong, era un lugar tranquilo para que mi madre pudiera escribir y el nuevo proyecto de mi padre se encontraba en este pueblo. Todo perfecto para ellos.

— ¡MAMÁ, SALGO A DIVISAR LA ZONA! — decidí después de desempacar y acomodar mi habitación.
— ¡Está lloviendo, Jimin!
— ¡LLEVO CHUBASQUERO! —
aunque la lluvia y la niebla dominaban el ambiente, pude ver el bosque que teníamos cerca y me dirigí hacia allí ignorando el peligro de perderme.

Me adentré en las profundidades del bosque y solo había árboles, y más árboles.
— Supongo que los animales de aquí no les agrada el agua — solté pesimista. De pronto, sentí una presencia extraña, como si dos ojos me estuvieran observando fijamente. Mi mente sólo pensó en una cosa, volver mis pasos hacia casa. Y no dudé en hacerlo.

— Ya creía que tenía que ir a buscarte yo — dijo mi madre al verme entrar — Ayudame a poner la mesa — ordenó yéndose a la cocina.

Me quité el chubasquero y las botas y los dejé en la entrada. Fui hasta la cocina a por los platos y los llevé a la mesa.

— ¿Y papá? — pregunté mientras volvía a por los cubiertos.
— No volverá hasta dentro de una semana — respondió sin preocupación alguna, poniendo lechuga en un cuenco.
— ¿Se ha ido sin cenar? — pregunté apenado sin poner mucha atención a lo que estaba haciendo.
— Cenó mientras tú estabas de "safari" por el...
— ¡AH!
Mi grito la sobre salto y vino corriendo hacia mí preocupada.
— ¿¡Qué pasa!?
— Me he cortado con el cuchillo...

Me miró con desaprobación y enojó. Pero ninguna fue de preocupación o alivio.

La cena fue corta. Mi madre tenía que volver a su libro y yo tenía clases mañana. Ser el chico nuevo era una experiencia que no quería vivir por segunda vez, y gracias a mis amados padres, tenía que pasar por eso de nuevo.

¡ESTUPENDO!

DEPREDADOR [Koomin]Where stories live. Discover now