CAPÍTULO 02.

113 14 1
                                    

—Oh... vaya.

Un asentimiento es lo que pude hacer. Morgan y Don se tomaron la libertad de asomarse por la puerta de mi cuarto y comprobar que Avril estaba ahí. Dormida y envuelta en las sabanas con la cara enrojecida hundida en la almohada, como un bebé deliciosamente dormido, luego de joder a sus padres toda una noche.

Con sigilo cerraron la puerta y fue momento de que me dedicaran dos pares de ojos acusadores, en muchas formas.

—Papá va a matarte —aseguró Don segundos antes de beber de su café.

—¿Dormiste con ella? —susurró Morgan con los ojos bien abiertos—. No está mal.

—No seas tarado, no me acosté con ella. Dormí en el sofá —sacudo la cabeza tratando de hallar la forma de resolver esto—. Si les cuento no van a creerme. Necesito que me ayuden, papá no puede darse cuenta.

—¿O sea que la trajiste aquí... solo a dormir? —cuestiona Don, ceñudo—. ¿Y quien es?

—Que luego les digo, mierda —en cuanto sepa quien diablos es.

Una mirada suplicante bastó para que a regañadientes aceptaran cubrirme, era cuestión de esperar a que papá saliera a trabajar y podríamos buscar la forma de averiguar quien es y llevarla a cualquier lugar donde pueda solventar sus asuntos, porque esto no es un centro de rehabilitación, y esta chica necesita ayuda de verdad.

Fuimos a la cocina a atragantarnos con el desayuno, tan deprisa como era posible. No podíamos descuidar la habitación por si Avril despertaba, arriesgándonos a que papá nos descubriera.

Una palmada en mi hombro me hizo toser mientras comía, giré la cabeza y era él, con su uniforme azul puesto y una cara de entusiasmo, como la que tiene cada mañana al comenzar el día.

Ni siquiera pude hacer contacto visual temiendo ser cachado mintiendo, este hombre te lee los pensamientos como una carta, siempre me ganaba en el poker.

—¿Cómo están, muchachos? —preguntó animado. Nos dio la espalda mientras se servía café, pero aún así podía sentir su sonrisota.

Papá era bombero, el más entusiasta. Creo que no conocía a nadie con esa emoción por su oficio.

—Excelentes —contesta Don alzando su taza en modo de brindis.

—Mejor que nunca —le digo aún con la cabeza gacha. Igual de tenso que él.

—Súper duper bien —sonríe Morgan, rígido.

Que éxito.

Papá se gira hacia nosotros ahora con una expresión dudosa, esa cara que pone levantando una ceja y entrecerrando los ojos... nos para hasta los pelos del culo.

—Muy bien entonces, ¿eh? —pregunta.

Nos limitamos a responder con un firme:-Ajá.

—Sí, estamos muuuy bien —terminé por comerme el tocino en mi plato y me puse de pie a tropezón, atragantado y con la boca llena de grasa—. Morgan lava los platos.

—¡Oh, vamos, pero si ayer...!

Se quedó a medio reproche cuando le clavé la mirada y pasé mi dedo pulgar a lo ancho de mi cuello, de que le iba a cortar la cabeza si terminaba esa jodida frase, señal que lo hizo cerrar la boca mientras papá no veía.

Morgan no responde, salvo con su dedo medio.

No dejo de mirarlo con ojos entrecerrados amenazadores, hasta que entro al pasillo.

Entonces me paré en seco como una rubia en una sobreactuada película de horror.

Avril está saliendo de mi cuarto, desorientada y con una cara de pocos amigos. Cuando me ve se acerca a mi tambaleándose y agarrándose la cabeza con la mano.

EscándaloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora