III. Perros

1 0 0
                                    

Ila y yo caminamos juntos por las desiertas calles, yo a la izquierda y ella a mi derecha. De vez en cuando me pregunta cosas, en especial acerca de cómo solía ser el mundo. No hay nada que fascine más a los niños que aquello que saben que no tienen y jamás tendrán. Y a cada cosa que le cuento, parece maravillarse más. Probablemente esté exagerando todo en su mente, pero así al menos puede tener un refugio de fantasía al que acudir si las cosas se complican. La eternidad nos aguarda y nunca está de más poder huir a nuestro santuario, incluso si existe tan solo en nuestra mente.

El viento que sopla es suave, así que no llevamos la cara cubierta. Esto me viene bien para poder vigilar balcones, azoteas y posibles escondites. Estoy siguiendo una ruta alternativa ligeramente más larga para evitar emboscadas, ya que el punto de encuentro es convenido de antemano. En caso de que nos retrasemos mucho, puedo decir que Ila tuvo que hacer alguna parada por necesidades fisiológicas o simplemente que nos hemos retrasado porque yo debía ir a su paso.

De acuerdo con las anotaciones de Anutara, nos recibirán tres personas: el líder, el camarada Sergei; la mano derecha de este, el camarada Baranov y la secretaria de repartición de terreno, la camarada Viveka. No vienen descripciones ni mucho menos fotos, pero dice que sabré rápido quiénes son. Y eso espero.

La arena no es muy profunda en esta zona, constituyendo más una fina capa de polvo que el grueso manto alrededor del Sagrada. Es algo que se agradece a la hora de caminar, especialmente dado que es un camino relativamente largo desde el punto de origen. Calculo que debe faltarnos la mitad del trayecto, dado que el rodeo debe haber aumentado el trayecto cerca de un cincuenta por ciento. Pero no importa, tengo la cantimplora llena, no hace calor, desde luego, pero este frío es soportable; tenemos el viento a favor y casi no notamos las pendientes por lo mucho que ambos caminamos.

El viento no huele a nada.

-Solía oler a sal o a pescado en la zona costera y a contaminación o alcantarilla más hacia el interior.- le digo a Ila- No creo que sepas a qué huele un tubo de escape, pero te advierto que no es un olor agradable. De hecho, los días de mucha lluvia eran los peores, porque las alcantarillas se desbordaban y apestaba a mierda.

-¡Qué asco!

-Lo sé. Pero no todo es malo, algunas calles olían siempre a pis.

-¡Oh, no!- replica Ila, entre risas- Debía ser súper horrible.

-Nah, no te creas. De hecho, en las zonas donde había un poco de comercio era donde sí se estaba bien. Lamentablemente, tú no podrás experimentarlo de primera mano, pero pocas cosas había en el mundo como pasar delante de una panadería y respirar hondo.

-En la playa hacíamos pan con una placa de metal y fuego,- añade, entre confusa y escéptica- estaba bueno, pero no olía a casi nada.

-Ila, eso no es el pan del que te hablo. El pan que tenemos ahora es una torta de pan sin nada, aquello eran barras de cuarto, baguettes, pà de pagés... ¡Croissants! Como echo de menos los croissants.

-¿Eso qué es?- su mirada transmite una genuina curiosidad.

-Eran como una especie de bollo que sabía a mantequilla. No sé si alguna vez has probado la mantequilla... Eran esponjosos y estaban buenísimos calientes. Estoy seguro de que...

Un aullido resuena a lo lejos y paro de hablar al instante. Me agacho y cojo el FAL con fuerza, escrutando el camino que tenemos delante y las vías laterales. Hay un edificio al lado con la puerta reventada, tanto la cristalería como la cerradura, e indico a la niña que entre. Me pregunta por qué en voz baja, pero tan solo le respondo entre susurros que entre ya, que no hay tiempo para explicaciones. Finalmente asiente y obedece, pero tal cual arranca a correr hacia la puerta, un perro de pelaje corto pardo aparece de entre dos edificios unos metros más adelante y se para en seco. Olfatea, en busca de comida. Ila ya está dentro y subiendo cuando los ojos del perro se fijan en mí y muestran una dentadura babeante detrás de la cual se está gestando un ladrido. Solo abriré fuego como último recurso, así que me quedo agazapado en mitad de la carretera, con el cañón apuntando al asfalto y unas pupilas negras como la noche apuntando directas a mi yugular.

TUTOAPC. Arco 2: La cuarta rotaciónWhere stories live. Discover now