Veintiocho

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—¡No lo puedo creer! —le confieso a mi espejo con un notorio enojo—. ¡Drogas! ¡Como que no tuviera otros casos más importantes!

Me termino de ubicar los tacones (exageradamente) altos que me enviaron y doy el último visto positivo a lo que llevo puesto. Sí parezco de clase alta, con falda ajustada y algunos accesorios de más.

—Dirigiéndome al norte. En breve empezamos la captura, estén al tanto —le informo a Santos, mi compañero, desde el miniradar que está en mi vestido—. Repíteme el proceso para la aprobación definitiva.

Subo al carro con unas gafas, acomodo la peluca rubia y vuelvo a pintar mis labios de rojo cuando me sonó el mensaje. Aquel rojo que llevo puesto me trae recuerdos que disipo enseguida. Tomo un gran suspiro y trato de concentrarme en lo que estoy a punto de hacer.

No seas estúpida, Bela. Eres ahora una ejecutiva, que parece más puta, solo seduce.

Abro la ubicación.

—Comenzamos fase décima tercera de la misión. Repito, estén atentos a cada movimiento y dense prisa en llegar, no quiero incompetentes en mi equipo.

Iba a una buena aceleración, no quería llegar atrasada. Cuando llegué al edificio, saqué el maletín con los ochocientos mil dólares que iban a servir en la misión. Le sonreí coqueta al guardia y pedí ver al jefe de inmediato. Subí en el ascensor y al instante, sentí varias miradas.

El pitido en el radar me desconcentró un poco, habíamos quedado que durante la conversación no se realizaría ningún tipo de distracción.

—Cancela la reunión, West. Se cancela el plan. —Escuché desde el audio en mi oreja—. Hay más seguridad de la que planeamos y han descubierto una cámara nuestra.

—¿De qué me estás hablando? No puedo, ya estoy dentro.

Murmuré mientras fingía un gesto calmado.

—¡Carajo!

Los nervios en ese momento me comenzaron a dar una mala jugada y al segundo de preguntar lo que sucedía, las puertas del ascensor se abrieron mostrando la gala impecable del dueño de todas las industrias Monteros. Cambié el ceño instantáneamente, como si estuviera programada para actuar frente a este tipo de situaciones; sonreí nuevamente y le mostré al presidente de la empresa una mujer rubia y demasiado soberbia. Parece haberle gustado, parece que sentirse intimidado le produce un tipo de placer. Él, por su parte, lucía demasiado apuesto, con el porte de todo un millonario y con la sonrisa de un verdadero estafador. Los pisos continuos mostraban a varios guardias que me doblaban la estatura y todos ellos observándonos con perspicacia. Uno de los hombres se le acercó y le dijo algo en su oído, el tipo me miró de arriba abajo y lo mandó a retirarse. Por un momento, temí.

¿No ves que estoy en negocios ahora? Encárgate tú y déjame en paz.

Eso había dicho y me pareció correcto pensar en que si estuviéramos en otra situación, el tipo sería bienvenido a mi cama sin problema alguno. Pero no era el caso.

A estas alturas, ya tiene que estar informado de las cosas extrañas que encontraron en su empresa, mas tenía ventaja. Me sonríe y le sonrío de vuelta.

—Buenos días, señorita Villegas. Es un honor tenerla en mi empresa.

—Buenos días, señor Monteros. El placer es todo mío. —Pasé a lado de él y quité mis gafas. Incluso el color de mis ojos cambié para proteger identidad—. Tengo que admitir que su gusto en la decoración es bastante... atractivo.

—Trato de dar lo mejor.

—Lo es, créame. —Me vuelve a lanzar una mirada de depredador y aprovecho la ocasión para dar una vuelta, fingiendo observar la gran infraestructura, sabiendo que su mirada está ocupada en mi cuerpo—. Pero obviamente no estoy aquí para elogiar a su empresa. Tengo lo que acordamos por teléfono, no obstante, ¿me invitará a pasar a su oficina o prefiere ser escuchado?

Alguien Tenía Que Aprender.Where stories live. Discover now