Capítulo 8

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La Foca término de dibujar los ríos de Francia y dijo:
-Miriam...borre el pizarrón.
-¡Espere! ¡Espere que no terminé!- pidieron muchos de los chicos.
-Lo copian de un compañero. Si todavía no terminaron es porque estuvieron papando moscas- dijo la Foca-. Miriam borre.

La Foca se sentó en su silla detrás del escritorio. Siempre tomaba un descansito después de dibujar. Los chicos decían que era porque le dolían los juanetes. Después del descanso, ya sabían: la Foca dictaba... y dictaba a mil.

-Miriam...¿no me escuchó?- repitió la Foca.
Los chicos se miraron. ¿Le decian o no le decían? No pensaban en lo que pudiera pasarle a Miriam, que bien se merecía un reto, pensaban en el sermón que se iban a comer ellos por la demora de Miriam.

Roxana se levantó y empezó a borrar el pizarrón. A lo mejor la Foca, que era bastante ciega, no se daba cuenta de la diferencia.
-Miriam...-dijo la Foca mirándola- usted no es Miriam. ¿Es Miriam?
-No, señorita. Soy Roxana.
-Pues entonces, ¿quién lo tiene?- se escuchó decir a Martín por lo bajo. Roxana lo fulminó con la mirada, pero la Foca no lo escuchó.

-¡¿Y por qué esta borrando el pizarrón?!- tronó la Foca.
-Porque...Miriam está en el baño.
-¿Y quién le dio permiso para ir al baño?- preguntó la Foca.
-Usted- le contestó Roxana con un hilito de voz.
-¿Ustedes no saben que deben ir al baño en los recreos?- empezó a sermonear-. Vaya a buscarla.

  Sonamos, pensaron los chicos. Y no se equivocaban. La Foca empezó con la cantinela del "no se puede salir del aula en horas de clase, el recreo es para ir al baño, ya no están en el jardín y se pueden aguantar" y un montón de tonterías más que los chicos ya habían escuchado mil veces. Por suerte, Roxana volvió pronto, pero sin Miriam.

-¿Cómo que no está?- preguntó la Foca desconfiada-. Vaya otra vez y fíjese bien.
Roxana volvió a salir y la Foca sacó su cuaderno sucio y viejo para empezar a dictar.
-Con un poco de suerte, se fue por el inodoro- le dijo Martín a Juani.

-¡Silencio!- gritó la Foca. El día no estaba para bromas.
Roxana apareció en la puerta del aula. Casi no se atrevía a entrar.
-Pase y siéntese- le dijo la Foca cuando la vio.
-Seño, Miriam no está en el baño- volvió a decir Roxana.

-Por favor, m'hijita, no diga estupideces- fue la respuesta furiosa de la Foca-. Esperen en silencio.
Y diciendo esto, salió del aula. Todos se tiraron arriba de Roxana para que les contara lo que había pasado. Pero Roxana no podía decir mucho. Sólo que  había buscado a Miriam baño por baño y no la había encontrado. ¿Estaría con los chicos? Todo venía saliendo tan bien, y esa gorda tonta había tenido que arruinarlo, como siempre.

-¡La Foca!- gritó Marina, que hacía de campana en la puerta.
Todos volvieron a sus lugares saltando por arriba de los bancos, pero recibieron a la Foca con cara de santos, carpeta abierta y lápiz en mano.

  La Foca pasó la puerta y caminó despacio hasta el escritorio. Estaba pálida. Se dejó caer en la silla. No miraba a nadie, ni siquiera parecía escuchar el murmullo de los chicos. Hasta ellos se preocuparon al verle la cara.

-¿La encontró, Seño?- preguntó Martín.
-Roxana, busque a la Directora y pídale que venga- fue toda la respuesta de la Foca.
No dijo nada más. Los chicos tampoco. Esto ya no era divertido. Con la intervención de la Directora había pasado de broma a tragedia.

La Foca sólo miraba la pared que tenía enfrente. ¿Por qué a ella le tenía que pasarle esto? Veinticinco años de servicio intachable. Asistencia perfecta. Concepto sobresaliente. Jamás una llamada de atención. ¿Por qué a ella se le tenía que perder de su clase nada más y nada menos que la hija del Presidente de la Cooperadora? Iba a terminar su carrera con un sumario. ¿Por qué esa injusticia? A los chicos les dio un poco de lástima verla así...parecía casi humana.

  Entró la Directora seguida por Roxana. Sin golpear la puerta, cruzó sus ochenta kilos enfundados en delantal almidonado por delante de los chicos, haciendo repiquetear los tan conocidos zapatos de tacón alto. La Foca se paró. Los chicos también.
-Bue-nos-dí-as se-ño-ra Di-rec-to-ra-saludaron con el aburrido cantito de siempre.

Ella les hizo  un gesto con la mano para que se sentaran y se puso a hablar con la maestra. Aunque hablaban bajo, los chicos podían escuchar cómo la Foca le explicaba lo sucedido, cómo la Directora le preguntaba si había buscado por todo el colegio, cómo la Foca preguntaba si había que llamar a la casa de Miriam y la Directora decía que primero había que buscar bien, y cómo la Directora preguntaba si era la única que faltaba en el aula...

Todo el grado dejó de respirar.
-Por supuesto, señora- contestó la Foca casi ofendida- si hubiera faltado alguien más, en seguida me hubiera dado cuenta.
-No se enoje, Elvira- la tranquilizó la Directora-. Sólo le preguntó para ver si descubrimos dónde está. Continúe con la clase. Yo me ocupo. En la tarde hablaremos de esto- dijo dirigiéndose a los chicos.

  Cuando la Directora estaba por salir, llegó Margarita, la portera.
-Permiso, señora- dijo asomando la cabeza por la puerta sin entrar-. Traigo un mensaje para Federico Soria.
-Federico...-llamó la Foca.
El desastre era total. Ya no había salvación.
-Federico, ¿no me escuchó?- repitió. Solo obtuvo un silencio tenso por respuesta-. Federico está ausente- le contestó Margarita.

-No puede ser- dijo Margarita- porque yo le venía a avisar que la mamá llamó por teléfono para decirle que se quedara a almorzar en la escuela, porque ella no iba a llegar a tiempo como le había dicho.
-Elvira- intervino la Directora-, ¿por qué no pasa lista?

La Foca sacó el registro y empezó a cantar desde Agopian para abajo los treinta apellidos del grado. Dos ausentes: Fernández y Zorzoli, veintitrés presentes, y cinco presentes pero ausentes sin aviso: Federico Soria, Graciela Reboledo, Fabián Levin, Paula Capuzotti y Miriam Reinoso.
El desastre era total.

Holi❤️

Acá está el octavo capítulo de esta historia, ojalá les haya gustado!
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Jane🥀

                                               

Caídos del mapaWhere stories live. Discover now