11.| ¿Me enseñas a amar? |

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Nunca se había sentido tan mal en toda su vida, ni siquiera antes de haber conocido al pelirrojo.

Estaba decaído. Lo que más le había lastimado fue la mentira de ir al bosque donde espero cual estúpido para ser abandonado sin explicaciones.

Toda una semana no pudo dormir. Se encerró en su cuarto como solía ser antes. Su malhumor aumento y su depresión regreso con más fuerza.
Su madre había notado su malestar e intento ayudarlo pero fue en vano.

No había signos de mejora, hasta que Hope llegó a su casa y le dijo que sabía dónde vivía el pelirrojo.

Carl señaló que no había utilidad en esa información, pero le ánimo a ir a buscarlo; pues le acompañarían.

Bueno, después de todo, no perdía nada buscando explicaciones, y esta vez sería como una persona civilizada.

Carl lo pensó temiendo la humillación, pero ya no podía perder más. Era su última patada antes de ahogarse.

Pidió el auto a su madre, y esta cedió porque los otros tres chicos también estaban rogándole.

Ella señaló que el padre de Carl llegaría hoy por lo que lo quería temprano en casa.

Viajaron durante una hora a la ciudad. El pelinegro fue conduciendo a pesar de las insistencias de Alex; le dijo que necesitaría más ayuda de regreso.

Los chicos le contaron que fue sencillo averiguar dónde vivía Edwin, pues su madrastra era muy activa en redes sociales; a lo cuál Carl sonrió divertido.

Al llegar a la nueva casa de Edwin todos permanecieron en el auto nerviosos.

- Entonces, ¿qué? - preguntó Carl nervioso.

- Vas a tocar el timbre y pedir hablar con Farrel.

- Eso es algo acosador, incluso pueden llamar a la policía o algo.

- Puede que Ed abra la puerta - comentó Brian.

- De acuerdo. Aquí voy.

El pelinegro salió decidido hacia la puerta y tocó el timbre. Su cabeza iba a explotar en cualquier momento, y sus manos estaban frías. Para su gran suerte, abrió quien estaba buscando, que lo observaba pálido.

- ¿Qué haces aquí? - habló asustado el pelirrojo.

- ¿Todavía lo preguntas? - Se le quebró la voz al pelinegro y le miró fijamente a los ojos - ¿Por qué mentirme? ¿No merecía ninguna explicación?

- Edwin, ¿quién es? - Interrumpió la voz de Zeke, que al observar al chico emo frunció el ceño - Deberías irte ya, muchacho.

- De verdad no quería hacerlo; pensé que al no verte resistiría sin problema la partida - explicó serio el joven Ed.

- ¿Todo terminó? - fue directo Carl al preguntar.

- ¡Cierra esa puerta ahora, Edwin!- gritó el hombre que jaló del brazo a su hijo.

- ¡Me puedes dejar hablar un mísero segundo! - gritó por primera vez molesto el adolescente quien nunca en su vida había contrariado a su padre.

Zeke Farrel no podía creer el descaro de su hijo.

- ¡Estás en mi casa! ¡Se hace lo que yo diga! - argumentó el hombre.

- Dejaré esto por la paz - exclamó Carl intentando relajar la discusión padre e hijo.

Nada lo preparó para lo que escuchó.

- ¡Pues entonces me voy! - gritó el joven Farrel.

Edwin subió molesto las escaleras mientras era seguido por su padre que lo amenazaba con nunca abrirle la puerta de su hogar.

El pelinegro estaba sudando en frío cuando vio al pelirrojo más joven con una maleta, una mochila y su cachorro bajo el brazo. Salió campante de la casa y cerró la puerta ante su boquiabierto padre.

- ¿Qué hiciste? - Carl miró sorprendido a Ed, a lo que este sonrió.

- Pues mira que lo siento y necesito dónde quedarme .

Carl sonrió, tomó una de las maletas y caminó hacía el auto.

El Trío Maravilla estaba horrorizado.

- ¿Te lo has traído de su casa? - se alarmó Alexander.

- ¿Que no me ves, idiota? - dijo el pelirrojo, subiendo a los asientos traseros junto al pelinegro y dejando de conductor a Alex.

Todo el regresó al pueblo estuvo más animado. Carl estuvo mimando a Fluffy, que decidió quedarse en sus brazos cuando llegaron a casa.

- ¿Cómo se lo vas a decir a tus padres? - cuestionó Hope, pero fue pasada de largo por el pelinegro que traía la maleta y el cachorro.

Dentro de casa su madre estaba riendo con su padre, pero de pronto la cara de la mujer se llenó de sorpresa.

- ¿Qué significa esto, Carl Dickinson?

- ¿Se pueden quedar aquí Eddie y Fluffy? - abrazó al pelirrojo que rápidamente se sonrojó y mostró al cachorro.

- Hijo, me voy una semana y ya estás casado - soltó desde la cocina su padre riendo y se acercó a la sala.

- ¡Yo no estoy casado!- gruñó el pelinegro. Ed quería que se lo comiera la tierra.

- Ya hasta somos abuelos, cariño - dijo mientras tocaba a Fluffy; y empezó a reirse.

- Carl - advirtió la mujer molesta.

- Hice que lo sacaran de su casa - explicó rápidamente.

- Bueno, pueden quedarse; pero tú también serás echado de aquí pronto, ya eres mayor - puso ambos brazos en la cintura la mujer adulta.

- Bueno, ¿por qué lo echaron? No te lo robaste, ¿verdad? -preguntó curioso el señor Dickinson.

- Porque su padre no quería que saliéramos; y sí, somos pareja, y si me van a sacar háganlo de una vez - respondió el chico de manera apresurada y agresiva.

- ¡Hey! Wow, tranquilo muchacho - sonrió presumido su padre - Está bien, yo no estoy en contra; pero creo que ya es hora de dejar tu nido, no ahora, pero pronto. Así que vayan buscando sus opciones y ahorren, porque yo no me voy a encargar de tus problemas toda la vida - concluyó el hombre que regresó a la cocina.

- Llévalo a la habitación de huéspedes- gruñó su madre con una mano en la frente.

No duraron mucho tiempo en casa de los padres del pelinegro.
Era obvio que no iban a consentir sus tonterías, pero ahora ambos con maletas y en las calles de la ciudad discutían qué hacer al llegar al nuevo apartamento
Al fin y al cabo ahora los problemas eran de ambos. No sería fácil, pero eran buenos solucionando. No podían tirar a la borda tanto esfuerzo y lucha.

- Sabía que no debía hablarte desde el primer día - bromeó seriamente el pelirrojo.

| ¿Me enseñas a amar? |Where stories live. Discover now