9.| Amigos |

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Los últimos meses de preparatoria volaban para todos los jóvenes de último grado.
Carl estaba acostumbrado a la presencia constante del único hijo de los Farrel, Edwin.
Su convivencia rindió frutos, y en poco tiempo ambos sabían sus secretos mutuamente:

Ed sabía que Carl siempre odió que su madre le forzara a socializar, que le gustaba el frío, le encantaba estar solo en el bosque, era muy bueno con la guitarra, le agradaban un poco el Trío Maravilla pero nunca se los diría, dibujaba a ratos, le fascinaba la comida chatarra, se sentía abandonado por su padre, era temperamental, su madre trabajaba casi todo el día, amaba el cine de terror y ciencia ficción, a veces era cariñoso, medio friki, etc.

Carl sabía que Ed era muy serio porque su padre lo disciplinó, odiaba a su madrastra, amaba a su perro, le gusta la comida saludable aunque a veces sentía tentación por los dulces, le maravilla ver a los peces nadar en el río, es muy perfeccionista y ordenado, cuida su imagen personal, a veces fuma a escondidas, es muy vengativo, adora el arte en general, etc.

Las pequeñas salidas, travesuras y charlas habían evolucionado a una confianza mutua, y últimamente Carl tenía un problema que le estaba generando un conflicto emocional muy serio.
Era cierto que su mejor amigo hasta ahora era el pelirrojo y que podía contarle lo que fuera, pero por desgracia ese problema lo involucraba a él. Carl sabía que estaba mal lo que sentía, que otra vez su psique lo estaba traicionando. No podía estar tranquilo si cada día en clases miraba a Ed más de lo tolerable sin que este se percatara. Lo peor venía cuando buscaba contemplar sus ojos grises y calculadores adornados por unas largas pestañas naranjas como su pelo.
Últimamente se peleaban más. Su amigo tenía un olor a desinfectante y café que le tranquilizaba así como cuando lo palmeaba con sus pálidas manos en sus tiempos de depresión.
Era sencillo pensar que sólo era el cariño de su amistad el que le hacía ver eso, pero había llegado a una conclusión que le dolía demasiado: Edwin Farrel le atraía.

Y era desagradable porque sencillamente eso sería mal visto e incorrecto, pues él probablemente saldría peor de todo el asunto. Ya no habría nadie de nuevo y perdería lo único que logró construir.

Llevaba semanas sin poder dormir bien y cuando salía con Ed se sentía sucio por quererlo. El pelirrojo merecía un trono y una corona, no un inútil transtornado como él.

En fin, estaba a días de terminar la escuela, y probablemente no se verían al finalizar las vacaciones porque cada quien tomaba su camino en la Universidad.

El control no había durado mucho y el error había sido cometido al salir de clases ese día.

Mientras caminaba a casa con Edwin y pasaban por un tramo lleno de árboles decidió sincerarse.

- Edwin, quisiera hablar de algo personal contigo- exclamó seguro el pelinegro ocultando su temblor y el nudo en su estómago.

- Ya decía yo que tenías algo - se cruzó de brazos el pelirrojo con una mirada indiferente esperando a que hablara.

- Creo que siento algo más que amistad por ti - dijo con poco tacto el alto.

- ¿Disculpa? - contrajo la cara incómodo el pelirrojo.

- Que me gustas - le tembló ligeramente la voz a Carl.

- Estás loco, ¿Verdad? - contestó molesto Ed - ¿Estás drogado o algo así? No puedes venir y soltarme eso así como así.

- Por favor finge que esto no pasó- intentó reparar con pánico el pelinegro.

- Aléjate de mí - El pelirrojo lo empujó y salió corriendo con una clarísima cara de asco.

Y ahí fue donde todo se derrumbó.
¿Qué era peor? ¿Estar encerrado y medianamente feliz o liberado e infeliz?

Al día siguiente a la discusión decidió no asistir a clases, de verdad que no tenía ánimos. No había llorado, no se lo permitía. Sin embargo, aún intentaba asimilar su perdida. Le habían llegado mensajes de los maravilla pero no los contestó.

Por otro lado, Edwin no estaba mejor que el pelinegro. Todo el día se había encerrado a meditar el asunto en su habitación. Su perro había captado el estrés en su cuerpo y se acostó en su regazo.

- ¿Qué hago con ese idiota, Fluffy? - le susurró al cachorro preocupado.

No le había molestado que le gustara a su amigo, ni que ambos fueran hombres. No ganaba nada negando que también se sentía atraído un poco por Carl.
El problema eran las personas. Ambos tenían mucho que perder, pero si no lo solucionaba iba a alejarse del pelinegro.
No le gustaba la última opción.

Sus niveles de ansiedad explotaron cuando al día siguiente Carl no llegó a ninguna de las clases, y pensaba seriamente en ir a buscarlo pero su orgullo lo detuvo.
Estuvo de nuevo en su habitación rondando hasta el anochecer; ni siquiera bajó a cenar por estar preguntándose por el pelinegro.
Entonces, decidió que por primera vez él tenía que dar el paso. Abrió la ventana del patio trasero para fugarse y buscar al alto. Pero cuando tenía un pie afuera vio una gran silueta desaliñada intentando subir.
Quiso morir de la vergüenza cuando ambos chocaron las miradas y se dieron cuenta de lo que estaban haciendo.
Ed volvió a entrar a la habitación y espero a que el inepto de Carl subiera, quien estaba entre molesto y divertido.

- ¿Qué haces aquí? - habló en voz baja el pelirrojo.

- ¿Ibas a buscarme? - susurró esperanzado el pelinegro.

- Tenias que mencionarlo - frunció el ceño Edwin.

- Por favor, sigamos siendo amigos- le extendió la mano Carl.

- Quiero que te calles cuando escuches lo que te voy a decir - Susurro aún más bajo el pelirrojo y Carl asintió - Acepto tus sentimientos, pero debemos mantenernos al margen de no ser descubiertos ¿De acuerdo?- amenazó Ed.

El pelinegro no podía creer lo que estaba escuchando. Asintió por reflejo, claramente sintiéndose reconfortado después de los tristes casi dos días.

- Nadie lo debe saber - agregó Carl evitando hacer ruido.

Carl estaba nervioso por lo que iba a intentar, pero para su suerte Edwin supo interpretar su lenguaje corporal y sólo se tensó un poco cuando acercaron sus labios.

Al momento de apartarse se miraron a los ojos y el pelirrojo susurró

- Fuera de mi habitación

Entonces Carl salió disparado para llegar antes que su madre. Se sentía mejor que nunca.

Amigos, claro.

| ¿Me enseñas a amar? |Where stories live. Discover now