Prólogo

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"Por que da gusto estar en casa.

Sobre todo, en una que parece tu propia cárcel"

 El chico de cabello rubio ceniza abre la boca para hablar, pero vuelve a cerrarla cuando nota que el silencio es más bonito que lo que seguramente él, iba a usar para estropearlo. Hugo sigue jugando con un par de mariposas blancas junto a su árbol (El que compró él mismo con pataleos de niño pequeño), y nadie es capaz de decirle que cuando la primavera termine, en unos días, sus mariposas se irán y su preciado arbol servirá como perchero vintage, cuando el otoño haga de él lo que le dé la real gana. El chico es el único de los cuatro que lleva aún la bata blanca. Tal vez por que aún no le han dicho que eso es señal de problemas mentales, aquí, en ésta rara universidad. Él aún sigue pensando que tiene 25, y que sus mariposas son recuerdos que él no puede guardar en su mente por que está "malito".

La realidad es que lo dejaron solo cuando cumplió los 15, en la cárcel ésta donde nadie puede intentar escaparse. Por que te verían con la bata blanca por esas calles; lo que desembocaría en una humillante vuelta a ese terrorífico sitio. En parte, me agrada su inocencia. Cuando Hugo aún podía hablar, solía decir que ésto de tener 25 cuando debería tener 16, estaba bien. Ahora no suelta palabra que no sea "Un día van a venir por mi, yo lo sé". 

Como dije, me encanta su inocencia.

— Ya es hora de volver —Avisa León, levantandose del banco, y sacudiendo sus pantalones de pana en color caqui. Los otros tres le siguen, y repiten sus movimientos— Y tú, amigo, te encargas hoy de devolverle a la realidad. La verdad es que tengo hambre.

— ¿Te crees que yo no?

— Si, pero a ti te escucha. A nosotros ya no nos ve —Explica, con una enorme sonrisa en la cara. Frunzo el ceño y me da por resoplar con fastidio, mientras nuestro jardín "de juegos" se suma en el más absoluto de los silencios. Ahora todo está distinto. Hugo ha dejado escapar sus mariposas, y está sentado a los pies de su manzano.

Ahora hay césped entre sus manos. Está llorando entre el barro donde está enterrado, y ha empezado a llover. Si, en verano también llueve aquí. 

— Venga, Hugo, se acabó el recreo.

Él levanta la cabeza, y se seca las lágrimas con su antebrazo. Me rio suavemente cuando veo en su mejilla derecha una enorme mancha de barro.

— Las mariposas no van a volver, ¿Verdad?

— Solo son mariposas, Hugo, déjalas ir.

Él se enfada y tira de su propio brazo, haciendo que mi agarre se debilite; Ahora llora de rabia pura y dura.

— Pero ellos dicen que...

— Ellos están locos, déjalos. Tus mariposas van a volver cuando deje de llover, ya verás —No muy convencido, acepta mi mano— Venga, vámonos a casa. Nos vamos a resfriar si seguimos aquí

Ni siquiera habíamos dado un par de pasos, cuando él me obligó a pararme, bajo la lluvia.

— ¿Donde está nuestra casa? 

Entrecierro los ojos y espero a que la respuesta salga por sí sola; pero eso no pasa. La verdad es que tiene buenas preguntas cuando habla, aunque sea  de vez en cuando.

"No lo sé. Supongo que un día encontraremos la nuestra"

...

Pero eso nunca pasó.

Ciao, BelloWhere stories live. Discover now