C8 - Antiguo

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Una delicada caricia la arrancó de aquella recurrente pesadilla.

Se agitó entre las sábanas y su áncora centelleó con violencia cuando intentó incorporarse.

-Shhh, Inquisidora, estáis a salvo. -la melódica voz de Dorian mitigó de raíz su creciente inquietud al no reconocer, por unos instantes, dónde se encontraba.

Un fuerte dolor en sus sienes le extrajo un gemido. Parpadeó frenéticamente buscando aclarar su visión y alzó su rostro para observarle, aún confundida por la situación.

-¿Dorian? Qué... ¿Dónde estoy? ¿Qué ha...? -observó sus alrededores y volvía a estar en la tienda. ¿Habría sido todo un mal sueño? Parecía tan real...

-Me temo que no sabéis beber, Inquisidora. ¿Acaso no os acordáis vos de lo sucedido? -el chasquido de decepción que hicieron los cuidados labios del mago le indicó que él también lo desconocía.

-Yo... yo estaba aquí, durmiendo. Después, entró el comandante y estuvimos hablando, pero luego... -detuvo su explicación cuando la avalancha de recuerdos asaltó su mente súbitamente. - ¡Oh, Dioses!

Se tapó la boca con sus manos, mientras el rubor cubría sus mejillas con suma violencia. Todo volvía de golpe a su mente. La necesidad de que la tierra la tragase, se tornó de extrema urgencia con el transcurrir del tiempo y Enallin tuvo que ahogar un quejido.

El suspicaz nigromante arqueó una ceja y la observó con curiosidad.

-¡Vaya! Qué reacción tan colorida, Inquisidora.

-Yo... ¡Por el Lobo Terrible!... Oh, Dorian, he hecho algo horrible. -Se frotó el rostro, ignorando la sorna del comentario de su amigo -Necesito hablar con Cullen ¿Dónde está? -se levantó con brusquedad, el dolor en su cabeza aumentando considerablemente con aquel imprudente movimiento.

-¡Cuánta urgencia repentinamente, querida! -sonrió el mago, levantándose delicadamente del jergón sin apartar su pícara mirada de Enallin.

-Lethallin, es importante. Ahora no...

-Está bien, está bien -interrumpió Dorian, desmereciendo la explicación con un gesto despreocupado de su enjoyada mano. -Deberíais descansar, pero por vuestra peculiar expresión que alterna entre el horror y la vergüenza, así como por vuestro histórico de desobediencia hacia cualquier sugerencia facultativa, algo me dice que eso no es precisamente lo que haréis -aseveró el mago, resoplando insatisfecho. -No obstante, he de deciros que el comandante se halla ahora mismo muy ocupado atendiendo a vuestro supuesto salvador... -observó su rostro con intención, Enallin comprendiendo al instante que la estaba tanteando; jugaba con ella de la forma en la que solía hacerlo cuando quería mantener algún dato envuelto en misterio, exclusivamente para su propio y egoísta disfrute.

Su resoplido murió cuando le devolvió una mirada de sorpresa por aquella inesperada revelación.

-¿Salvador?

-Bueno, mejor será que lo veáis vos misma, Inquisidora, no quisiera arruinaros la... ¿'sorpresa'?

Antes de que pudiera interrogar a su amigo sobre aquella cuestión, el tevinto abandonó la tienda con una media sonrisa y con ese orgulloso vaivén habitual del que tanto le gustaba hacer gala, su túnica de mago guerrero rozando delicadamente la cortina de la tienda al salir.

Enallin se mantuvo un rato en pie, intentando entender lo que esa sonrisa burlona ocultaba para sí. Se empeñaba en querer recordar todo lo que había sucedido la noche anterior, mientras luchaba contra la intensa jaqueca que la aquejaba. Alzó una mano y conjuró un débil hechizo de sanación sobre sí misma para calmar temporalmente los pinchazos que perforaban su magullado cráneo. Aunque su amigo había hecho buena cuenta de su magia con ella, aún se sentía aturdida y mareada; la debilidad en su enjuta anatomía era ya una constante desde hacía meses por la que ya no se preocupaba en lo más mínimo.

Mythal'EnasteOù les histoires vivent. Découvrez maintenant