C7 - Huidas y Encuentros

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Su cuerpo ardía como el magma candente de las profundidades de un thaig abandonado. Los murmullos que aquella dulce y desconocida boca liberaba, la impelían a rendirse ante cada caricia y apasionado beso.

La fuerza de aquella sensación, cobraba más protagonismo con cada inclemente segundo. Su indescriptible ardor, anquilosaba su prudencia, sometiendo su voluntad a la del humano que tan vehementemente rozaba su sensible y hambrienta piel.

Experimentar otro cuerpo, otros dedos, otros labios, la colmaba de temor y ansiedad, mas la sumía en un éxtasis tan misterioso como peligroso; reclamo inexorable de su propio y más primitivo deseo.

Sus fuertes manos humanas desvestían lentamente su túnica, torpemente incluso, mas aquellos hábiles labios hacían verdadera magia elemental con los suyos; su húmeda lengua rozaba la suya con delicadeza y pasión, una subversiva combinación que desataba sus más puros y salvajes instintos, desgranando cada partícula de su frágil resistencia y autocontrol.

Su nombre, en un tembloroso aunque lascivo susurro ahogado. Un torrente de electricidad invade su vientre y la fuerza de dos poderosas manos sujetan sus caderas con codicia, mientras aquellos temerosos labios descienden por su cuello, suplicantes, vacilantes, demandantes.

-Solas, ma vhenan...

Y entonces, tal como se derrumban los castillos en la arena, así, aquel instante, languideció.

... ... ... ... ... ... ... ... ... ...

La perdición sabía a magia. Siempre fue consciente de ello.

El sabor de sus sonrosados labios semejaba al dulce frescor de las bayas de Honnleath en primavera, provocador rival del inconmensurable ardor de aquel frágil aunque hermoso cuerpo. El poder de su naturaleza golpeó la suya con violencia al unir sus cuerpos por primera vez con aquel delirante beso, sus finos dedos rozando su cuerpo con intención, viendo a través de ellos, sintiéndolo como él siempre ansió ser sentido.

El lirio cantaba, alto y persistente, dentro de sus venas y por todo su organismo, con la sinfonía delirante de su adictiva energía. La cercanía, el fuego, el sabor de su prohibida esencia, reclamaban su absoluta devoción y él concedía sus virtudes, las cuales ella recibía con manifiesto anhelo y abandono, incapaz, al parecer, de controlar su propia hambre.

Su corazón sacudía los cimientos de su débil dominio sobre sí mismo, y le impulsaba a saborear cada vez más de esa aterciopelada y deliciosa piel.

Rozar aquel cuerpo, pese al incordio de la fina tela que les separaba, le invitaba a probar la condenación eterna. Su sedienta boca acude una y otra vez a la de él, tan solícita e insistente, doblegando su comedida prudencia y desatando su desmedida necesidad de poseerla.

Nudo a nudo, aquella tela fue dejando al descubierto el alabastro más puro y límpido de la creación. Terciopelo sobre porcelana, fuego sobre yesca, explosión de ansia y delirio con cada tímido gemido que aquella delicada garganta profería en justo clamor a sus cuidados.

-Enallin... -susurró dulcemente, mientras saboreaba con su lengua la tierna carne de su cuello y un poco más allá.

Sus delicados pechos, dulces frutos de intenso placer, se deshacían entre sus dedos y boca, y ella renunciaba lentamente a sus temores para permitirle finalmente adentrarse en su trémulo cuerpo hasta rozar el abismo de la condenación.

Una aguda inhalación seguida de un profundo y corto quejido ahogado, detuvieron su indeciso avance, mas aquellas refulgentes orbes doradas mantuvieron la súplica de dar continuación a sus profundas atenciones.

Mythal'EnasteOpowieści tętniące życiem. Odkryj je teraz