C1 - Otro Día Más

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Enallin abrió los ojos lentamente, dejando que la claridad rozase poco a poco sus pupilas y así lograr despejar su nublada visión.

Las noches de sollozos y las turbulentas pesadillas le pasaban siempre factura después. A medida que avanzaban los días, le costaba más y más comenzar la jornada.

Se estiró sobre la cama, buscando desentumecer los músculos de sus brazos y piernas, evitando no pensar en la pesada y glacial soledad que la acompañaba.

Dormía más de la cuenta últimamente pues se había hecho habitual que el mundo onírico la reclamase más que nunca desde que la brecha, y Solas, hubieron desaparecido.

Recordó la figura que la había visitado en sueños esta noche y se estremeció - El gran lobo blanco la vigilaba desde lo alto de una ladera. Su triste mirada escarlata se fijaba sobre ella, mientras Enallin luchaba por escalar, desesperadamente, la escarpada que le llevaba hasta él. Sentía que debía acudir a su presencia, tan atraída por él como una polilla hacia la ambarina y ardiente hoguera que, aun a sabiendas de su peligrosidad, acudía presta para fundirse por fin en un baile de desesperanza. Sin embargo, el denso barro y las afiladas piedras le impedían avanzar, hiriéndole sin misericordia las rodillas y hundiéndola cada vez más en el oscuro y gélido lodo. Después, tal como había aparecido, aquel espectro lupino se desvanecía, dejando el eco de un profundo y agónico aullido. - No sabía por qué pero, de alguna forma, sentía que aquello era una representación de sus más profundos sentimientos sobre los recientes acontecimientos.

No recordaba exactamente desde cuándo soñaba con aquella pálida bestia, pero estaba casi segura de que todo había comenzado con el áncora y Corifeus, antes del primer intento por sellar la grieta original, incluso antes de conocerle...

Nada le era ya simple, ni agradable, ni nada valía ya realmente la pena para ella pues el vacío en su pecho crecía cada vez más con la insoportable ausencia de Solas.

Y es que todo se complicó cuando él desapareció sin dejar rastro alguno de su paradero. Había roto su corazón en más de mil y desgarradoras formas, y no lograba recoger los pedazos de aquel cruel abandono que la mantenía arrastrándose por el suelo como una alimaña sin apenas vida ni propósito de existencia.

—¡Por Elgar'nan! así es imposible descansar. —gruñó mientras apartaba las sábanas de su cuerpo y se levantaba del enorme y frío lecho.

Desvió un instante su mirada hacia el otro lado de la cama y no pudo evitar sumirse, nuevamente, en la más absoluta y profunda tristeza.

Desde que Solas y ella comenzaron una relación más allá de la amistad, el elfo la acompañaba cada noche en sus aposentos, compartiendo largas e interesantes charlas, así como algunas caricias y numerosos viajes al Velo en sueños donde, curiosamente, él parecía estar más apacible y complacido.

En algunas ocasiones, aquellas intensas noches se tornaban en largas madrugadas repletas de inolvidables momentos, pues el tiempo transcurría mucho más rápido cuando él estaba cerca. La aurora les sorprendió más de una vez juntos en el mullido lecho, del que el elfo partiría después, en silencio, no sin antes dejar un cálido beso sobre su, entonces, tatuada frente.

A pesar de lo que pudiera parecer a ojos de los demás, Solas nunca intentó nada más íntimo con ella, ni siquiera cuando Enallin se lo pidió vehementemente en una vergonzosa ocasión o cuando los besos se tornaban más urgentes y necesitados.

Vhenan, no... por favor —le suplicaba inmediatamente, siempre con ese tono tan formal y experimentado que usaba al hablar, pero con un trasfondo de tristeza que jamás llegó a entender.

Mythal'EnasteWhere stories live. Discover now