Capítulo 7 «El cementerio»

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«Mis muy estimados radioaficionados, en esta ocasión les tengo una nueva historia, sólo que sus protagonistas aún no están listos. Yo Caronte daré pronto inicio a su programa favorito Frecuencia Mortal»

Esta vez en un pueblo donde la población adulta es cada vez menor y los jóvenes aventureros proliferan, existe una joven con un deseo profundo de aventuras, de peligro, pero aún con esas dos características, ella guarda un particular temor.

— ! A ver ! Hermana — Le decía María, una joven de quince años, a su hermana Ludmila, de la cual estaba hablando hace un momento.

— ¿Qué quieres? — preguntó su hermana mayor, mientras asomaba su rostro de entre las sábanas.

— ¿No vas a ir?

— ¿A dónde?

— Tu amigo el mexicano nos invitó a salir, ¿O ya lo as olvidado? — le decía su hermana mientras se peinaba el cabello.

— El no es mi amigo, además su nombre es muy raro. — Le respondió mientras tomaba una almohada y se la colocaba en la cara.

— Raro o no, debemos ir, de seguro habrá gente para conocer.

— Bueno, esta bien, pero si me aburro me iré.

Ludmila y su hermana menor María terminaron de vestirse, y cuando el reloj marco las 11:30 pm un automóvil estaba fuera de su casa esperando a que las bellas damas salieran.

— ¿Hola nos vas llevar? — pregunto María al conductor del automóvil, el cual respondió de manera afirmativa.

— Y bueno, dejen que me presente, soy Bruno y pues digamos me llegó la invitación. — decía Bruno mientras mantenía el rumbo que le habían indicado.

— ¿Y se puede saber a donde vamos? — pregunto Ludmila.

— ¿No lo sabes? — Dijo Bruno mirando por el espejo retrovisor.

— ¿Si lo pregunto es porque evidentemente no lo sé? — respondió Ludmila con un tono de sarcasmo.

— Bueno es extraño, pero nos dirigimos al cementerio.

Cuando Ludmila escucho la palabra Cementerio, quiso bajarse del automóvil en movimiento, pero su hermana se lo impidió.

— Es por tu bien, debes superar esa fobia. — Le decía María, pero Ludmila sentía pánico sólo de pensar en aquel lugar, pero después de unos largos ruegos, ella accedió, sólo que si algo extraño pasaba se iba a ir de ese lugar.
Después de unos minutos más conduciendo, por fin llegaron al cementerio, este lugar tenía al menos unos quinientos años de antigüedad y ocupaba al menos dos hectáreas de amplitud.

— Hola. — Dijo Ludmila al ver al grupo de jóvenes que estaban afuera del cementerio.

— Hola, soy María. — Dijo muy alegre.

— Espera, ¿As crecido? Juan Roberto Horacio del Corazón de Cristo. — Dijo Ludmila sonriendo.

— ¿Cómo dices que se llama? — pregunto su hermana.

— Mierda, si, así me llamo, pero sólo díganme Juan. — Exclamó mientras se moría de la vergüenza.

— Bueno yo soy Bruno.

— Y yo soy Lara, es un placer.

— Soy Fabiana, encantada de conocerlos.

— Bueno somos todos— dijo Juan.

Mientras Bruno  socializaba con las chicas, Juan estaba abriendo las puertas del cementerio, al hacerlo un chirrido aterrador interrumpió la conversación e hizo que todos mirasen al cementerio.

Frecuencia Mortal  [Terminada]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora