Smeraldo

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Si alguien ama a una flor

de la que no existe más que un ejemplar

entre millones y millones de estrellas,

basta que la mire para ser dichoso.

Saint-Exupéry.


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Nunca me imaginé volviendo a vivir en un pueblo tan similar al lugar donde crecí antes de mudarme a la ciudad. Si me lo hubieran dicho tras los tres primeros años en los que había cambiado: el cántico de los pájaros que surcaban las verdes praderas al amanecer, el aire puro y fresco o el aroma a pan y pastas recién hechas, y me había acostumbrado a vivir entre el caos y el bullicio de las luces y sombras de la interesante urbe, me habría mofado en su cara y habría puesto la mano en el fuego afirmando que esa persona estaba mintiendo. Me habría quemado.

Llevaba meses trabajando como asistente de la señora Song, una anciana multimillonaria que había contratado los servicios en la empresa en la que trabajaba. En cuanto mi jefe tuvo el caso en sus manos, no dudó en asignárselo a la chica de pueblo. Sí, a pesar de haber vivido más años de mi vida en la ciudad, mi lugar de nacimiento me diferenciaba del resto de mis urbanitas compañeros.

Las palabras de mi superior fueron: "Es el trabajo perfecto para ti. Te volverás a acostumbrar muy rápido y además el sueldo es muy bueno. Esa vieja está forrada".

Imbécil.

Pero lo del sueldo era cierto, realmente considerable y más aún, teniendo en cuenta que pocos caprichos y lujos se podían llevar tu dinero en ese lugar alejado de la humanidad, en el que parecía haberse detenido el tiempo años atrás.

La tarea que se me había asignado era la de escribir cartas. La señora Song, viuda desde hacía unos años, tenía la mayor agenda de contactos que había visto en toda mi vida. Su artritis le impedía trabajar con las manos y ese y otros pequeños problemas de salud la habían llevado a decidir trasladarse a la casa de campo en la que ella y su familia habían veraneado cada año. Así era como siempre hablaba de ella, pero era más bien una gran mansión de aire rural, que poco tenía de casa de campo común. Si llamaba pequeña casa a aquello, no quería imaginar las proporciones de su vivienda en la ciudad.

Me había instalado a petición suya en una de las grandes habitaciones de invitados de la casa y pasaba el día a su lado. Por supuesto que todo el servicio cuidaba a su señora, pero supongo que además de necesitarme como asistenta, buscaba compañía.

No podía negarlo, estaba viviendo como una auténtica reina, con unas labores muy poco ajetreadas y mucho tiempo libre. Si cualquiera de mis compañeros viera aquello, se pelearían por estar en mi lugar y estarían arrepentidos de no haberse presentado voluntarios al puesto. Pero yo odiaba estar en ese pueblo.

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Pedaleaba como cada mañana, disfrutando de la brisa y los rayos del sol. La señora Song había insistido en que tomara uno de los coches para bajar al centro del pueblo o para ir donde quisiera. Pero a pesar de sus intentos preocupados de que no me montara en esa vieja bicicleta, me había negado a utilizar un coche. Sí, la mansión se encontraba a las afueras, en la parte alta del pueblo, pero qué necesidad había de contaminar aquel ambiente si solo tenía que bajar y subir unas cuantas colinas. En coche no podía deleitarme con la vista del mar del mismo modo.

SPRING ❀ Smeraldo | Jin | SAGA 4 Seasons | BTS | Srta.KWhere stories live. Discover now